martes, 6 de diciembre de 2016

La fijación de las izquierdas con el Ejército de Guatemala.

Publicado originalmente en el diario digital Panam Post, el miércoles 30 de noviembre de 2016: https://es.panampost.com/editor/2016/11/30/fijacion-izquierdas-guatemala/

Así como en otros países de la América latina, en Guatemala existe un fenómeno mediático que, por momentos, sube y baja de intensidad. Dicho fenómeno —que no es otro más la cacería de brujas contra miembros y aliados de las instituciones armadas en nuestros países—responde generalmente a circunstancias de coyuntura política en el exterior, que bien aprovechadas por los enemigos de la institucionalidad, suelen dejar réditos políticos y económicos muy sustanciosos.

Pero regresando al hecho concreto, la demonización de las Fuerzas Armadas guatemaltecas empezó en 1977 cuando el paradigma de los derechos humanos cobró fuerza como nuevo derrotero en la política exterior de los EE.UU. durante la llamada «Era Carter»[1]. Desde el principio, estas acciones sirvieron de apoyo a los distintos grupos subversivos —como las FAR, el EGP, la ORPA y el PGT(PC)-DN[2]— en su búsqueda por el poder político a través del terrorismo contra el Estado y sus habitantes. Esta oleada aprovechó magistralmente el vacío comunicacional que las mismas autoridades gubernativas indujeron desde el ámbito diplomático de aquel tiempo.

Sin embargo, por los excelentes resultados de la estrategia diseñada para la contraofensiva militar entre 1982 y 1990[3]; los líderes de la subversión armada se apoyaron en sus aliados externos, por lo que se empeñaron a buscar desesperadamente una salida política del conflicto en esos años[4]. De manera simultánea con la apertura al proceso democrático de 1986, la inexperiencia de la nueva clase política, así como el oportunismo personalista en algunos de sus actores aprovechó las debilidades presentes en la naciente institucionalidad. para así seguir consolidando el Estado patrimonial. Al mismo tiempo que alentó a la izquierda no-armada a buscar espacios protagónicos[5].

Las negociaciones que buscaban el cese al fuego quedaron divididas por el “Serranazo[6]” en dos fases totalmente distintas. Es con esto que la firma de los acuerdos y los efectos posteriores de la denominada «paz firme y duradera»; sugieren la continuidad del principio militar de la «guerra revolucionaria[7]» en su modalidad de guerra psicológica[8]. Cabe señalar que el principal motor de la misma, irónicamente, ha sido y continúa siendo la ayuda económica internacional[9].

La inconsistencia, improvisación y pragmatismo de quienes gobernaron en los años de la primera parte del proceso de paz facilitó la propagación sistémica de las organizaciones no gubernamentales que pronto se adjudicaron atribuciones tradicionalmente exclusivas del Estado. La desarticulación de instituciones como la Policía Nacional, la Guardia de Hacienda y así como la reducción drástica y apresurada del Ejército y sus cuadros auxiliares, en casi un 70% de su capacidad máxima[10].  

Con el paulatino deterioro de la institucionalidad del Estado en sus tres poderes principales, la penetración en miríada de cuadros intelectuales de las izquierdas posrevolucionarias se convirtió en un hecho, al parecer irreversible. Este cambio, de quienes crean opinión pública, ha venido acuerpándose con los años en las diversas denominaciones políticas e ideológicas como los progresistas, ecológicas, indigenistas, feministas, teóricos de género, &ª.

La presión internacional por cumplir acuerdos en forma apresurada sin medir consecuencias de carácter interno —a mediano y largo plazo[11]— carcomió sutil pero inexorablemente las habilidades y experiencias adquiridas por las instituciones estatales, establecidas desde mediados de la década de los años cincuenta. El inicio de la descomposición del Estado guatemalteco, el «enemigo a vencer» por las guerrillas, se convirtió en un hecho consumado[12].

La única de todas las instituciones estatales que logró evitar su eliminación sistemática fue el Ejército Nacional. Con la depuración de las tropas, especialistas y gran parte de la oficialidad, así como el cierre de las zonas militares en los departamentos más afectados por el enfrentamiento armado interno, la presencia del Estado quedo sujeta a nuevas pero endebles instituciones, como la Policía Nacional Civil[13]. En su lugar, las ONG´s, el ala radical de la Iglesia católica y el narcotráfico pasaron a convertirse en caudillos y autoridades de facto en regiones fronterizas.

Hoy en día, la militancia ideológica de las izquierdas acapara casi por completo a la prensa escrita, las redes sociales y los canales de televisión por cable en casi toda Guatemala. Han cerrado desde hace años filas frente a quienes manifiesten enfoques divergentes mediante campañas donde en algunos casos se ataca el prestigio y la honra de muchos voceros con enfoques de derechas —sea liberal o conservador— con solo demostrar empatía hacia la institución armada.

La difusión y fomento de las actividades a favor de los pueblos que componen esta República, de labores genuinamente positivas emanadas de la iniciativa del Ejército Nacional prácticamente se limitan a la difusión en redes sociales, dado que la institución carece de un sistema de información nacional como en otra época lo constituyó el canal de televisión y emisora de radio nacional, &a.



NOTAS A PIE DE PÁGINA:

[1] Véase en Sabino, Carlos. (2008) Guatemala. La historia silenciada. El domino que no cayó. Editorial del Fondo de Cultura Económica, Guatemala, pp. 242-248.
[2] Se trataba de las Fuerzas Armadas Rebeldes, Ejército Guatemalteco de los Pobres, la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas y el Partido Guatemalteco del Trabajo (Partido Comunista) - Dirección Nacional. Véase Sabino, (2008: 15-17).
[3] Véase en amplitud a Ventura Arellano, Víctor. (2012) La estrategia fallida. El ocaso de “una guerra popular prolongada”. (Guatemala, 1979-2000). Centro Editorial Vile. Guatemala.
[4] Una excelente fuente documental, por su carácter de referencia directa, fue publicada en Bolaños de Zarco, Teresa. (1996) Crónica del proceso de paz guatemalteco. La culebra en la corbata. Editorial Diana. México, D.F.
[5] Existen varias referencias de estos hechos narradas por Bolaños de Zarco (1996) en varios de sus capítulos.  También Sabino (2008: pp. 343-346); Ventura Arellano (2012: 198-199) así como en las publicaciones de la desaparecida revista Crónica (1987-1998). Recuperado el 28 de noviembre de 2016, de http://cronica.ufm.edu/index.php/P%C3%A1gina_principal
[6] Así se le conoce al intento de «autogolpe» de Estado por el entonces Pdte. Ing. Jorge Antonio Serrano Elías y algunos miembros de la bancada oficialista del MAS en el Congreso de la República.
[7] También denominada «de guerrillas» o «enfrentamiento de baja intensidad». Véase a Vázquez, Olmedo. (2016) Guerras de cuarta generación. Una aproximación a las guerras del siglo XXI. Editorial Episteme, Miami, pp. 75-77
[8] Idem, p. 86-91.
[9] Tanto Anton Toursinov (recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.republicagt.com/sin-categoria/el-terrorismo-a-18-anos-de-la-firma-de-los-acuerdos-de-paz/) como diversos reportajes de investigación publicados en el diario RepublicaGT sobre la conflictividad en Guatemala dan prueba de lo que aquí se expone.
[10] Como fue el caso de las Patrullas de Autodefensa Civil, la Policía Militar Ambulante y los comisionados militares. Véase Ventura Arellano (2012: 204-213).
[11] Véase la referencia de Ventura Arellano en la nota al pie n°. 4 de este mismo artículo.
[12] Aunque esta interpretación y criterio son personales, baso mis criterios en los artículos versados en derecho constitucional del Lic. Carlos Molina Mencos publicados los días 29 de octubre (Recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=856) y 12 de noviembre de 2016 (Recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=856) en la revista digital «Plaza de opinión —Opinión π».
[13] Véase la nota a pie n° 9. 

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