Publicado originalmente en el diario digital Panam Post, el miércoles 30 de noviembre de 2016: https://es.panampost.com/editor/2016/11/30/fijacion-izquierdas-guatemala/
Así
como en otros países de la América latina, en Guatemala existe un fenómeno
mediático que, por momentos, sube y baja de intensidad. Dicho fenómeno —que no
es otro más la cacería de brujas contra miembros y aliados de las instituciones
armadas en nuestros países—responde generalmente a circunstancias de coyuntura
política en el exterior, que bien aprovechadas por los enemigos de la
institucionalidad, suelen dejar réditos políticos y económicos muy
sustanciosos.
Pero
regresando al hecho concreto, la demonización de las Fuerzas Armadas
guatemaltecas empezó en 1977 cuando el paradigma de los derechos humanos cobró
fuerza como nuevo derrotero en la política exterior de los EE.UU. durante la
llamada «Era Carter»[1]. Desde el principio, estas
acciones sirvieron de apoyo a los distintos grupos subversivos —como las FAR,
el EGP, la ORPA y el PGT(PC)-DN[2]— en su búsqueda por el
poder político a través del terrorismo contra el Estado y sus habitantes. Esta
oleada aprovechó magistralmente el vacío comunicacional que las mismas
autoridades gubernativas indujeron desde el ámbito diplomático de aquel tiempo.
Sin
embargo, por los excelentes resultados de la estrategia diseñada para la
contraofensiva militar entre 1982 y 1990[3]; los líderes de la
subversión armada se apoyaron en sus aliados externos, por lo que se empeñaron
a buscar desesperadamente una salida política del conflicto en esos años[4]. De manera simultánea con
la apertura al proceso democrático de 1986, la inexperiencia de la nueva clase política,
así como el oportunismo personalista en algunos de sus actores aprovechó las
debilidades presentes en la naciente institucionalidad. para así seguir
consolidando el Estado patrimonial. Al mismo tiempo que alentó a la izquierda no-armada
a buscar espacios protagónicos[5].
Las
negociaciones que buscaban el cese al fuego quedaron divididas por el
“Serranazo[6]” en dos fases totalmente
distintas. Es con esto que la firma de los acuerdos y los efectos posteriores
de la denominada «paz firme y duradera»; sugieren la continuidad del principio
militar de la «guerra revolucionaria[7]» en su modalidad de guerra
psicológica[8].
Cabe señalar que el principal motor de la misma, irónicamente, ha sido y continúa
siendo la ayuda económica internacional[9].
La
inconsistencia, improvisación y pragmatismo de quienes gobernaron en los años
de la primera parte del proceso de paz facilitó la propagación sistémica de las
organizaciones no gubernamentales que pronto se adjudicaron atribuciones
tradicionalmente exclusivas del Estado. La desarticulación de instituciones
como la Policía Nacional, la Guardia de Hacienda y así como la reducción
drástica y apresurada del Ejército y sus cuadros auxiliares, en casi un 70% de
su capacidad máxima[10].
Con
el paulatino deterioro de la institucionalidad del Estado en sus tres poderes
principales, la penetración en miríada de cuadros intelectuales de las
izquierdas posrevolucionarias se convirtió en un hecho, al parecer
irreversible. Este cambio, de quienes crean opinión pública, ha venido acuerpándose
con los años en las diversas denominaciones políticas e ideológicas como los
progresistas, ecológicas, indigenistas, feministas, teóricos de género, &ª.
La
presión internacional por cumplir acuerdos en forma apresurada sin medir
consecuencias de carácter interno —a mediano y largo plazo[11]— carcomió sutil pero
inexorablemente las habilidades y experiencias adquiridas por las instituciones
estatales, establecidas desde mediados de la década de los años cincuenta. El
inicio de la descomposición del Estado guatemalteco, el «enemigo a vencer» por
las guerrillas, se convirtió en un hecho consumado[12].
La
única de todas las instituciones estatales que logró evitar su eliminación
sistemática fue el Ejército Nacional. Con la depuración de las tropas,
especialistas y gran parte de la oficialidad, así como el cierre de las zonas
militares en los departamentos más afectados por el enfrentamiento armado
interno, la presencia del Estado quedo sujeta a nuevas pero endebles
instituciones, como la Policía Nacional Civil[13]. En su lugar, las ONG´s,
el ala radical de la Iglesia católica y el narcotráfico pasaron a convertirse
en caudillos y autoridades de facto
en regiones fronterizas.
Hoy
en día, la militancia ideológica de las izquierdas acapara casi por completo a
la prensa escrita, las redes sociales y los canales de televisión por cable en
casi toda Guatemala. Han cerrado desde hace años filas frente a quienes manifiesten
enfoques divergentes mediante campañas donde en algunos casos se ataca el
prestigio y la honra de muchos voceros con enfoques de derechas —sea liberal o conservador—
con solo demostrar empatía hacia la institución armada.
La
difusión y fomento de las actividades a favor de los pueblos que componen esta
República, de labores genuinamente positivas emanadas de la iniciativa del Ejército
Nacional prácticamente se limitan a la difusión en redes sociales, dado que la
institución carece de un sistema de información nacional como en otra época lo
constituyó el canal de televisión y emisora de radio nacional, &a.
NOTAS A PIE DE PÁGINA:
[1]
Véase en Sabino, Carlos. (2008) Guatemala.
La historia silenciada. El domino que no cayó. Editorial del Fondo de
Cultura Económica, Guatemala, pp. 242-248.
[2] Se
trataba de las Fuerzas Armadas Rebeldes, Ejército Guatemalteco de los Pobres,
la Organización Revolucionaria del Pueblo en Armas y el Partido Guatemalteco
del Trabajo (Partido Comunista) - Dirección Nacional. Véase Sabino, (2008:
15-17).
[3]
Véase en amplitud a Ventura Arellano, Víctor. (2012) La estrategia fallida. El ocaso de “una guerra popular prolongada”.
(Guatemala, 1979-2000). Centro Editorial Vile. Guatemala.
[4]
Una excelente fuente documental, por su carácter de referencia directa, fue
publicada en Bolaños de Zarco, Teresa. (1996) Crónica del proceso de paz guatemalteco. La culebra en la corbata. Editorial
Diana. México, D.F.
[5]
Existen varias referencias de estos hechos narradas por Bolaños de Zarco (1996)
en varios de sus capítulos. También
Sabino (2008: pp. 343-346); Ventura Arellano (2012: 198-199) así como en las
publicaciones de la desaparecida revista Crónica
(1987-1998). Recuperado el 28 de noviembre de 2016, de http://cronica.ufm.edu/index.php/P%C3%A1gina_principal
[6]
Así se le conoce al intento de «autogolpe» de Estado por el entonces Pdte. Ing.
Jorge Antonio Serrano Elías y algunos miembros de la bancada oficialista del
MAS en el Congreso de la República.
[7]
También denominada «de guerrillas» o «enfrentamiento de baja intensidad». Véase
a Vázquez, Olmedo. (2016) Guerras de
cuarta generación. Una aproximación a las guerras del siglo XXI. Editorial
Episteme, Miami, pp. 75-77
[8] Idem, p. 86-91.
[9]
Tanto Anton Toursinov (recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.republicagt.com/sin-categoria/el-terrorismo-a-18-anos-de-la-firma-de-los-acuerdos-de-paz/) como diversos reportajes de investigación
publicados en el diario RepublicaGT
sobre la conflictividad en Guatemala dan prueba de lo que aquí se expone.
[10] Como
fue el caso de las Patrullas de Autodefensa Civil, la Policía Militar Ambulante
y los comisionados militares. Véase Ventura Arellano (2012: 204-213).
[11] Véase
la referencia de Ventura Arellano en la nota al pie n°. 4 de este mismo
artículo.
[12] Aunque
esta interpretación y criterio son personales, baso mis criterios en los
artículos versados en derecho constitucional del Lic. Carlos Molina Mencos
publicados los días 29 de octubre (Recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=856)
y 12 de noviembre de 2016 (Recuperado el 28 de noviembre de 2016 en http://www.opinionpi.com/detalle_articulo.php?id=856)
en la revista digital «Plaza de opinión —Opinión π».
[13]
Véase la nota a pie n° 9.
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