martes, 7 de febrero de 2017

Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala


El caudillo adorado de los pueblos

L
a figura de Rafael Carrera emergió de la oscuridad en un momento social y político determinante para el proyecto liberal en nuestro país. Nacido en la jurisdicción parroquial del barrio de La Candelaria en la Nueva Guatemala el 24 de octubre de 1814. Desde muy joven tomó parte en las luchas entre los Estados centroamericanos bajo el mando de jefes militares formados al calor de las circunstancias[1].  Luego de su baja del Ejército Federal se dedicó a diversas actividades económicas en la región suroriental del Estado de Guatemala conocida como Mita o “la Montaña”, hasta que finalmente se establece en la región boscosa de Mataquescuintla, donde finalmente hecho raíces como comerciante y ganadero porcino.
Sin embargo, en la tercera década del siglo XIX, el liberalismo intentó de forma autoritaria llevar a cabo el cambio de reglas para convivencia social y política desde la Jefatura Política del Estado: particularmente respecto a la imposición del código de Livingston[2]. Los efectos de este intento de reformas enajenaron a población del área rural para finalmente levantarse en armas en el Oriente guatemalteco. Otros cambios abruptos fueron la prohibición de enterramientos bajo las catacumbas de los templos[3]; el matrimonio civil como un contrato disoluble entre partes iguales[4], contraviniendo los principios dogmáticos de fe presentes en las escrituras judeocristianas así como el decreto de impuesto de capitalización, resabio del antiguo tributo indígena[5]. Para terminar de agravar la situación, una terrible epidemia de cholera morbus[6] entro por los puertos caribeños de Chiquimula, extendiéndose rápidamente por toda Centroamérica. El Protomedicato, o tribunal sanitario, poco pudo hacer para ayudar a las poblaciones afectadas, ya que ante los envíos de médicos de la vacuna fueron infructuosos ante la ignorancia del clero secular y el fanatismo de las poblaciones enardecidas, siendo en consecuencia asesinados con las propias ampollas para inocular.  

Demandas del caudillo de la Montaña y fundación de la república.  

E
l período comprendido entre 1838 y 1841—con excepción del año 1848—, se desarrolló, de forma espontánea, una especie de alianza informal entre la élite conservadora y el alto mando de los «cachurecos», a cuya cabeza figuraba el joven líder rebelde Rafael Carrera, comerciante convertido en caudillo con tan solo veinticinco años de edad. Las peticiones al nuevo Jefe de Estado, Mariano Rivera Paz, hechas por los curas doctrineros, pequeños propietarios ladinos del Oriente guatemalteco, varias comunidades de indígenas, así como de las familias más conservadoras fueron, en síntesis, las siguientes:


  • Protección a la vida, El respeto a la propiedad —privada y colectiva—, 
  • Restitución de don Ramón Casaus y Torres como arzobispo metropolitano, 
  • Amnistía general para todos los exiliados políticos desde 1829, 
  • La abolición del Código de Livingston, 
  • El permiso para que los sacerdotes doctrineros (parroquiales) ejercieran judicatura dentro de sus comunidades, 
  • La anulación de las concesiones y ventas de tierras hechas a extranjeros por el gobierno de Gálvez y, 
  • El nombramiento como General en Jefe del Ejército para Rafael Carrera[7].

            En consecuencia, a esto, Rivera Paz derogó gran parte de las leyes[8] que provocaron la ira de los grupos más ultraconservadores desde 1829. Quedo abolido el matrimonio como contrato civil —y en consecuencia el derecho al divorcio—; se reinstauraron tanto el fuero eclesiástico como los feriados[9]; ser reorganizó la Academia de Ciencias y Artes bajo la antigua estructura de la Pontificia Universidad de San Carlos de Guatemala; se proscribieron los libros  «impíos, inmorales y obscenos» y en términos generales, se restauraron en buena medida los privilegios que, hasta la expulsión ordenada por Morazán,  tuvo la Iglesia Católica en Guatemala al recuperar su status quo de religión oficial.
            Con el retorno relativo de algunas instituciones hispánicas, el nuevo orden político distó mucho de ser enteramente «monárquico y reaccionario[10]». Si bien la Asamblea fue retenida por los conservadores más tradicionales —principalmente miembros del Clero—, el mando del Consejo de Estado recayó en manos de políticos moderados y las decisiones de última instancia quedaron directamente en las manos de joven Carrera, quien contaba con sus fuerzas armadas.  Figuradamente el caudillo de los «cachurecos» respondía a los intereses de agricultores ladinos e indígenas, pero en la práctica ejerció el mando a discreción.
            Por aquel entonces, los estados centroamericanos se gobernaban de manera totalmente autónoma frente a un gobierno federal prácticamente inoperante. Guatemala se había separado formalmente de la federación al caer el gobierno de Gálvez. No obstante, al igual que los demás estados, se estipulaba tanto en su ley fundamental de 1839 como en el acta constitutiva de 1851 la opción para reintegrarse nuevamente a la «Patria Grande».  Mas con todo, en 1844 el pacto federal era letra muerta, con lo que las gestiones para formalizar la creación de una república, política y jurídicamente soberana e independiente empezaron a concretarse.
 Al ocupar en 1846 el puesto vacante de la silla arzobispal, el presbítero Francisco de Paula García Peláez, finalmente se restauró el equilibrio entre la Iglesia y el Estado, trastornado tras la expulsión de Casaus y Torres quince años atrás.  Más con todo, el temor hacia los facciosos de la Montaña de pronto se generalizó. Estallaron de nuevo conatos de insurrectos en la región de Chiquimula, al no consumarse por parte de la Asamblea del Estado los desembolsos exigidos por los líderes de la rebelión para así desbandar a las milicias.
            Finalmente, un regimiento de facciosos cachurecos se puso en marcha hacia la capital con el propósito de hacer cumplir estos compromisos pendientes. Después de una corta negociación se logra un acuerdo entre el Jefe de Estado ―y liberal moderado― Rivera Paz y el comandante de Mita, Carrera. El acuerdo se logró firmar en la villa de Guadalupe, pueblo cercano a la Nueva Guatemala en su salida hacia el suroriente. Entre los puntos acordados, se disolvió la Asamblea Legislativa, cuyas facultades fueron transfieren al Consejo de Estado. En esta ocasión, la facción clerical del conservadurismo fue apartada de los puestos públicos llenándose el gabinete vacante con moderados de ambos bandos. Para compensar el papel de la Asamblea Legislativa, el Consejo de Estado convocó a elecciones de la cámara de diputados, recibiendo un representante por cada departamento del Estado[11].
            Mientras se daban estos eventos, desde Soconusco el expresidente federal Manuel José Arce intentó cruzar el territorio guatemalteco para así llegar al antiguo distrito federal en El Salvador. Aprovechando el vacío político dejado por Morazán organizó, de nuevo, una invasión a Guatemala que contaba con fuerzas salvadoreñas y hondureñas. Sin embargo, las tropas guatemaltecas lograron capturar a los exiliados antes cruzar la frontera oriental. La movilización de tropas guatemaltecas en la zona limítrofe fue considerada como amenaza inminente por parte del presidente salvadoreño Francisco Malespín.
            El caudillo salvadoreño, que era conservador, quiso pretextar el incidente con Arce para iniciar una guerra con Guatemala. Sin embargo, en lugar de entablar batalla alguna, las partes se entrevistaron en la hacienda de Quesada, situada el distrito de Mita[12] para emprender conversaciones y poner así fin a las hostilidades. Finalmente lograron un acuerdo el 5 de agosto de 1844, entre el comandante en jefe del ejército guatemalteco y el negociador salvadoreño, Jorge Viteri y Ungo ―obispo de San Salvador―. El hecho en sí fue considerado como una victoria diplomática para Carrera.

El Ascenso de Carrera y la fundación de la Republica

T
ras un recibimiento triunfal en la capital el día 9 de diciembre, el consejo de Estado —dominado por los moderados— inviste a Rafael Carrera como presidente del Estado, sustituyendo así a Rivera Paz.  Este último es, a su vez, designado como Corregidor del departamento de Guatemala[13]. No había pasado un mes de la investidura a Carrera, cuando una facción de ultraconservadores intentó dar un golpe de Estado, mientras se encontraba en la costa sur. La reacción de sus lugartenientes —Vicente Cruz y el hermano mayor del presidente, Sotero— logró sofocar el complot. Por aquel entonces este hecho marcó el rompimiento momentáneo entre Carrera y el ala radical del conservadurismo, fortaleciéndose en consecuencia su alianza con los moderados.
            Tras del incidente en Quesada, Guatemala disfrutó de una calma relativa en lo tocante a la estabilidad política del gobierno de coalición presidido el joven teniente general Carrera. Moderados de ambos bandos participaron de las decisiones de gabinete más importantes; que bajó los auspicios del cónsul británico Frederick Chatfield, diseñaron los lineamientos que permitieron fundar la República independiente en 1847.
            Como primera instancia, la elaboración para un acta constitutiva fue comisionada a Pedro Molina, Alejandro Marure y Gregorio Urruela ―los tres representantes veteranos de las facciones políticas de Guatemala―; con el objetivo de lograr un documento abstracto y general en sus bases. No obstante, la elaboración de este proyecto se prolongó por mucho tiempo. Finalmente, el día 18 de marzo Marure, el moderado de la comisión, dirigió sus palabras ante el consejo de Estado[14] y demás representantes de los principales cuerpos colegiados notificando finalmente la creación de la nueva nación. La publicación oficial y formal se celebró dos días después, con festejos y celebraciones litúrgicas en toda la ciudad, donde el clero, la élite y el ejército pudieron reunirse sin más adversidades que la euforia y algarabía del momento. El 20 de marzo de 1847 finalmente nace la República de Guatemala, lo que le permitiría a Guatemala establecer relaciones diplomáticas y comerciales con otras naciones.
Mas allá de la relevancia a esto eventos la violencia en el Oriente persistió, donde grupos que alguna vez pertenecieron a los rebeldes de la Montaña convirtieron el bandolerismo y el pillaje —efectos inmediatos de las guerras civiles— en una forma de vida lucrativa. Carrera aun, en su calidad de presidente —que siempre rehuyó aduciendo su falta de educación formal—, se dedicó a reprimir una y otra vez los levantamientos armados contra el gobierno al que representaba. Para compensar su ausencia, se valió de personajes mejor ilustrados y preparados como lo fueron Manuel F. Pavón, Luis Batres, los hermanos Matheu, José A. Azmitia, José Nájera y Mariano Rodríguez, entre otros —todos conservadores moderados—; con el simple objetivo de administrar mejor el gabinete en temas de comercio, gobernación, hacienda y relaciones exteriores.

La crisis de 1848

E
sta relativa calma duró hasta 1848. A causa de los temporales del año anterior y demás desastres análogos en distintas regiones del Oriente, las cosechas ―tanto de exportación como de consumo interno― sufrieron grandes pérdidas económicas. Estas calamidades crearon un malestar permanente entre la población rural, que ya sufría el alza de los precios, se sintió traicionada por Carrera. Estos incidentes encendieron las llamas de una nueva rebelión, con la misma intensidad con la que alguna vez comandó, con la diferencia que ahora las fuerzas eran conducidas por otros caudillos locales. Para colmo de males, una nueva crisis política se avecinaba debido a las crecientes discrepancias entre liberales y conservadores frente al incumplimiento del Consulado de Comercio —institución conservadora por excelencia— de brindar el mantenimiento y fomento preventivo al sistema de rutas comerciales y la lentitud con la que se realizaba el proyecto constitucional.
A causa el desorden imperante en Oriente, así como las peleas internas dentro del gobierno de la capital, la paciencia del teniente general Carrera finalmente llega a su límite.  Acto seguido le presenta su renuncia como Presidente a su lugarteniente Vicente Cruz, y ya quedando libre del cargo máximo de la nación, marcha de nuevo hacia el Oriente. La anarquía reinaba en estos parajes y los esfuerzos del Ejército[15] por sofocar a los nuevos rebeldes cada vez se hacían más difíciles. El descalabro de la región impidió que se llevaran a cabo las elecciones legislativas, debido en buena parte a la asistencia logística y política que los liberales más radicales ― muchos exiliados del otro lado de la frontera― prestaban a los facciosos.
            El vacío de poder que Carrera dejó en la capital alarmó al Ayuntamiento, al punto que en una misiva le exigían que volviera, razonando la desproporción que estaban tomando las disputas que los liberales propiciaban en la Asamblea Nacional Constituyente. Al mismo tiempo, el líder de la nueva rebelión, José Dolores Nufio, logró tomar el control de casi todo el Corregimiento de Chiquimula, así como del puerto de Izabal[16], preparándose para un nuevo asalto a la ciudad de Guatemala. Los continuos fracasos por contener la rebelión y la imposibilidad de encontrarle solución a los dilemas políticos obligaron a Carrera a entregar su mando del ejército nacional el día 5 de septiembre de 1848 partiendo rumbo a Chiapas. A partir de su salida da comienzo el segundo período histórico dominado por los liberales.
            Saliendo Carrera hacia el exilio cundió el caos a diestra y siniestra en toda la República. Los sucesivos gobernantes liberales que pasaron por el Consejo de Estado fueron incapaces —dada sus perpetuas rivalidades personalistas— de hacer frente a la amenaza común que todos los bandos tenían. Con las hordas de Dolores Nufio a las puertas de la ciudad capital, encomiendan el mando al general Mariano Paredes —aliado de Carrera— quien logró, con muchos sacrificios, continuar la lucha contra los grupos subversivos.  El 14 de septiembre, a la vez que la Asamblea Constituyente ratifica la fundación de la República, también decreta la proscripción del caudillo Carrera amenazando con represalias a cualquier intento ciudadano de asistencia para que pudiera regresar al país. Este acto fue lo que finalmente apartó a Carrera de cualquier entendimiento hacia los liberales, lo que favoreció posteriormente un nuevo acercamiento con «las familias notables» más conservadoras.
            Al mismo tiempo que estos hechos se consumaban, se llevó a cabo una tercera intentona por parte de la élite altense en separarse de Guatemala —aprovechando el exilio de Carrera—. Con apoyo del Estado de El Salvador y los líderes de la revuelta en Oriente, el 26 de agosto de 1848 los quezaltecos proclaman nuevamente el Estado de Los Altos, aprovechando la ausencia de Carrera del país. El choque armado en San Andrés Semetabaj el 21 de octubre entre las fuerzas altenses y guatemaltecas dan por tierra la última derrota militar del sexto Estado.
Con el regreso de Carrera, el 24 de enero de 1849, se ponen en fuga todos los miembros del gobierno provisional altense —por temor a una nueva masacre de notables en la ciudad de Quezaltenango, tal y como sucedió en 1840 a manos de los carreristas—. El único miembro del gabinete que quedó es el Comandante en Jefe, el español Antonio Guzmán; quien se puso fin a la sublevación de Occidente al firmar la rendición el 8 de mayo de 1849. 

El triunfo de los conservadores

            Al establecer la alianza definitivamente con los conservadores, Carrera es ascendido a Comandante en Jefe del Ejército y cogobernante junto con el general Paredes, quien asciende a presidente de la República. Rápidamente dan inició la persecución de liberales radicales, a quienes se encarcela o se expulsa del país. Con esta misma línea de dureza política, poco falto para destruir por completo a la facción de los Lucios[17]. La virulencia de la campaña deja tan debilitados a los insurgentes, que los restos de sus partidas armadas huyen a refugiarse en El Salvador y Honduras.
La reunificación de la República de Guatemala esta consumada, pero el frágil equilibrio diplomático existente entre Guatemala y sus belicosos vecinos —de nuevo dirigidos por los liberales—, finalmente se rompe ante los señalamientos de ayuda a las facciones de la Montaña que buscaban derrocar a Carrera. La presencia de refugiados liberales y montañeses pone nuevamente a las tres naciones en pie de guerra a principios de 1851.
            Dado el apoyo de los británicos otorgaban al nuevo régimen conservador, los delegados de los tres estados centrales ―El Salvador, Honduras y Nicaragua― se reúnen en Chinandega tanto para hacer causa común contra la República de Guatemala, así como contra los aliados ancestrales de los ingleses en la costa atlántica centroamericana: los piratas misquitos. Aun cuando fracasó el intento de Francisco Barrundia, —exiliado guatemalteco que fungía como representante diplomático de El Salvador— para sumar a nicaragüenses y hondureños con el envío de tropas invasoras; la invasión a Guatemala se llevó a cabo con el ejército salvadoreño, un buen número de exiliados liberales y antiguos facciosos de la Montaña.
             A finales de enero, gran parte del departamento de Chiquimula se encontraba bajo ocupación militar aliada, pero el día 2 de febrero el ejército nacional al mando de Carrera les cerró el paso hacia la ciudad de Guatemala en los llanos de San José de la Arada, a menos de 150 km de la capital. Esta batalla fue una victoria casi perfecta para Guatemala. Con pocas bajas del bando nacional, la captura de grandes cantidades de pertrecho militar dejado por las tropas en desbandada y más de doscientos prisioneros fue el saldo positivo para el caudillo Carrera. Esta victoria militar permitió afirmar el poder del conservadurismo guatemalteco en los siguientes veinte años. Desde entonces, Carrera se convirtió en la figura política dominante en Centroamérica.

La República conservadora

            Tras la victoria sobre el ejército aliado, finalmente se aprueba el texto constitucional en forma de acta constitutiva el día 19 de octubre de 1851, siendo la constitución más breve de la historia guatemalteca con tan solo diecisiete artículos. En la misma se definida al Consejo de Estado como el órgano rector de la Nación, que ya venía funcionando desde algunos años atrás.
El mismo obedecía a un sistema de naturaleza corporativista donde ejercía un representante de cada una de las instituciones colegiadas más importantes del país[18] con las que ―en una sola cámara― se agrupaban los grupos de interés político, económico y social para discutir sobre los asuntos de estado de la República. El representante del ejército nacional era el comandante general, que en la práctica era el mismo presidente de la República. A su vez, también contaba con una cámara de representantes formada por cincuenta y cinco (55) diputados.  
            La posición de oficialidad del catolicismo y su fuero eclesiástico no se incluían en el acta, pero se dispuso legitimarle de acuerdo a lo dispuesto en el decreto del 5 de diciembre de 1839 —cuando se expulsa a Gálvez y los liberales del poder— como ley fundamental de la Nación, que complementaba dicha constitución. Tres días después, Carrera es democráticamente electo como presidente de la República. A pesar de este particular espíritu republicano —más al estilo de las antiguas repúblicas aristocráticas[19] que de otras naciones inspiradas en el modelo americano—, por disposición de una petición conjunta entre el ayuntamiento y el ejército, en 1854 se reforma el artículo concerniente al periodo de servicio en la presidencia, elevándolo al rango de presidente vitalicio. Con este acto, el papel del consejo de Estado pasó a ser de mero grupo asesor, pues Carrera ejerció desde entonces su dictadura de forma absoluta, cual si fuera una monarquía de facto
            Poco tiempo después, el 10 de octubre de 1852, se firmó el concordato con Roma, donde la Iglesia recuperó todo el poder real perdido desde finales de la Colonia; autorizando el regreso de las órdenes monásticas expulsadas en 1829; especialmente los jesuitas que tenían casi un siglo de ausencia de suelo guatemalteco. La estabilidad institucional y jurídica, el relativo orden y los buenos años de cosechas de la grana facilitaron el fortalecimiento de la económica nacional durante la década del cuarenta del siglo XIX.
            En el campo internacional, al oponerse a la unión centroamericana bajo la bandera del liberalismo, la República de Guatemala prestó importantes servicios al enviar una división guatemalteca que comandara a los ejércitos aliados de Honduras, El Salvador, la facción legitimista[20] de Nicaragua junto con el ejército costarricense durante la guerra nacional centroamericana en 1856. Esta acción miliar buscaba terminar con la ocupación militar de los filibusteros americanos al mando del aventurero William Walker. En este conflicto murió el expresidente Mariano Paredes que fue sustituido por el joven coronel José Víctor Zavala, quien se distinguió en la batalla de Granada. Zavala fue quien finalmente recibió la capitulación del aventurero de Nashville algunos años después.
            Al año siguiente, dentro del campo diplomático, se suscribió un acuerdo limítrofe entre el Reino Unido de Gran Bretaña y la República de Guatemala que ponía fin a más de treinta años de disputas sobre la soberanía territorial en Belice. A cambio de la construcción de una vía de comunicación adecuada entre la ciudad de Guatemala con la costa caribeña, Guatemala renunció al antiguo territorio atlántico de la Verapaz. Sin embargo, el dicho acuerdo jamás fue cumplido por parte de los británicos. Seis años después de estos hechos, se firma un tratado de paz y amistad con el Reino de España en 1863 en el cual reconoció finalmente la independencia de la nación centroamericana, reanudaron de esa forma las relaciones diplomáticas.

La sucesión de Carrera.

C
arrera finalmente murió el 14 de abril de 1864 a los cincuenta y un años de edad. El mando del consejo de Estado de la República recayó en su lugarteniente Vicente Cerna, militar jalapaneco quien se destacó en las luchas armadas durante la federación. En la primera época del carrerismo fungió como corregidor del departamento de Chiquimula. Coincidiendo con la muerte del caudillo el descubrimiento —algunos años antes— y comercialización de los colorantes sintéticos puso la lucrativa actividad agrícola de la grana en serias dificultades. En su precariedad, el agro guatemalteco fue paulatinamente sustituyéndolo por el cultivo del café; producto que ya tenía tiempo de estarse cosechando en buena parte de la región occidental de la República. Dado el modo vacilante en como tomaba decisiones importantes y la creciente influencia jesuítica en asuntos del gobierno, le creó enemistad entre los funcionarios moderados del régimen.
            Aun con la oposición de los liberales moderados —que apoyaban al héroe de Granada—, se presentó a las elecciones de 1869, ganando con la mayoría de votos del ala más conservadora. Después de las elecciones, hubo choques entre partidarios en la ciudad capital, así como un nuevo levantamiento de facciosos de la Montaña, al punto que procedió a una persecución política de los principales opositores dentro de la Asamblea, dentro de los cuales estaban Miguel García Granados. Después de algún tiempo en prisión, partió hacia el exilio en México.
            Ahí buscó el apoyo de un belicoso joven guerrillero, Justo Rufino Barrios, quien acompañó a la facción del mariscal Serapio Cruz, líder de la facción montañesa, durante sus incursiones en Occidente allá por 1870. Los procedimientos de escarmiento que los generales de Cerna propiciaron a los capturados durante las refriegas ―más propios de la anárquica de tiempos de Morazán que de tiempos más civilizados― le enajenaron finalmente las pocas simpatías que le quedaban al gobernante. Después de la acción de Palencia, perdió todo el apoyo entre sus allegados; al punto que conforme avanzaba los facciosos de Occidente —ahora controlada por los liberales más radicales— no pudo hacerles frente a los eventos del año 1871.

Referencias

Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. 3ª. Edición. cd.de Guatª: Fondo de Cultura Económico, 1998.
Woodward Jr., Ralph Lee. Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. 2ª. Ed. Traducido por Jorge Skinner-Klee. Cd. de Guatemala, Guatemala: Biblioteca Básica de Historia de Guatemala. Serviprensa Centroamericana, 2011.







[1] Las únicas excepciones fueron el coronel Manuel Arzú Delgado y Nájera y el general Agustín Guzmán López. Los demás militares que prestaron sus servicios eran veteranos extranjeros de las guerras napoleónicas, como Joseph Pierson, Nicolas Raoul, Isidore Saget, Manuel de Jonama, entre otros.
[2] En esta normativa de 1824 se establecían los jurados de sentencia donde los ciudadanos participaban del proceso de justicia. En el antiguo sistema hispánico, así como en la actual legislación, las sentencias son determinadas por un tribunal compuesto por jueces designados por el Poder Judicial.
[3] Varios eran los motivos, pero el principal tiene una relación comprobada entre la disposición de cuerpos en descomposición y la proliferación de pestes y demás enfermedades endémicas.
[4] Cuya alternativa ante diferencias irreconciliables devenía en el divorcio o disolución del contrato matrimonial.
[5] Con la diferencia que en esta ocasión se aplicó a todos los ciudadanos, es decir, hombres a partir de los 18 años, en pleno ejercicio de sus derechos civiles y con renta presumible.
[6] La epidemia de cólera hizo estragos en todo el mundo a lo largo del siglo XIX. En el presente capitulo toca el escenario centroamericano de la tercera epidemia, traída por las rutas comerciales entre los mares Mediterráneo y Caribe.
[7] Reservándose a su vez, la comandancia de armas en el nuevo distrito de Mita.
[8] Con excepción del habeas corpus.
[9] Desde antiguo, estas fiestas tenían como raíz un profundo carácter religioso, aunque las actividades mundanas como el comercio de ganado y demás actividades económicas iban de la mano con ellas.
[10] Tal y como la historiografía oficial ha venido pregonando a partir de 1871.
[11] Por aquel entonces, el Estado de Guatemala se dividía en ocho distritos departamentales: Guatemala, Chiquimula, Sacatepéquez, Verapaz, Sololá, Quezaltenango, Totonicapán y Petén. 
[12] Dicha población se encuentra en el departamento de Jutiapa.
[13] Por aquellos días este distrito abarcaba los actuales departamentos de Guatemala, gran parte de Escuintla, Santa Rosa y Jutiapa.
[14] El consejo de Estado, o de Ministros estaba compuesto de representantes del Cabildo eclesiástico, Corte Suprema, Protomedicato, Consulado de Comercio, Sociedad Económica y el Ejercito. La Cámara de Diputados tenia dos clases de representantes: Los de elección ciudadana de acuerdo al sistema de sufragio censitario y los elegidos por las corporaciones antes nombradas.  
[15] Entre algunas medidas drásticas tomadas se enumera la reubicación de poblaciones enteras, algunas de las cuales fueron incluso asentadas en los alrededores de la capital.
[16] Que era uno de los principales puntos de ingreso del comercio exterior. En la actualidad la población lleva el nombre del antiguo presidio de San Felipe de Lara.
[17] Este era el apodo con el que se le conocieron a los partidarios del líder faccioso Dolores Nufio.
[18] Estas eran el consulado de comercio, el cabildo eclesiástico, el claustro de la pontificia universidad de San Carlos, la sociedad económica, el ayuntamiento y la suprema corte de justicia.
[19] Como fuera el caso de las repúblicas italianas medievales de Venecia, Génova, Florencia y Sforza, por nombrar algunos ejemplos.
[20] Adjetivo con el que se identificaban los partidarios del conservadurismo en Nicaragua. 

lunes, 23 de enero de 2017

El ocaso del conservadurismo y la transición hacia el liberalismo. El gobierno del mariscal Vicente Cerna (1865-1871)

Últimos años del presidente vitalicio, «el caudillo adorado por los pueblos».

Rafael Carrera (c.1854) fue el arquetipo de caudillo hispanoamericano, referente de una época en que la ley, el orden público y la estabilidad regional se impusieron con la fuerza de las armas. 


En los últimos años de que podría llamarse «pax Carreriana», el régimen político dominante en Guatemala puede sintetizarse con la siguiente paráfrasis: «un sistema inspirado en el espíritu de conservación, que mantiene la confianza, la paz y el orden pública.[1]»

Si bien dicho sistema de gobierno logró neutralizar los descalabros y agitaciones políticas de una forma más o menos efectiva entre 1839 y 1870; a causa de los continuos apuros financieros incurridos por el Estado, el conservadurismo chapín se vio atado de manos para darle continuidad a los principios, en particular los materiales y culturales, que sus líderes aspiraban.

Para contener los trastornos internos y externos que amenazaban su existencia, el gobierno de «La Corte» se vio abrumado por los desembolsos de la tesorería[2].

De otra forma, los fondos destinados hacia otras prioridades nacionales, como la infraestructura y la educación, habrían cumplido su cometido sin quedar a medias, como efectivamente pasó.

La obra necesaria para emprender un despegue económico, demandada por los liberales más inquietos, así como el pronto reacomodo de las fuerzas más tradicionalistas —o reaccionarias, si se les quiere ver— tuvo un costo social y político significativo a largo plazo.



Mapa topográfico y croquis descriptivos de la Primera República de Guatemala (durante el régimen conservador o «de los 30 años»). Aquí se muestra la división política y limites aproximados, aunque no ratificados, con sus vecinos. También se ilustran datos de referencia para extranjeros como la configuración orográfica y urbana de los hitos importantes.   

Sin embargo, de acuerdo al contexto que les tocó vivir a sus dirigentes, la prioridad por aliviar los ánimos populares mediante la sujeción social por parte de la Iglesia católica y los pocos grupos de religiosos que tuvieron a bien regresar a Guatemala en esos años, se justificó con la paz y tranquilidad suficientes para llevar, en mayor o menos medida, una vida civilizada.

El lento crecimiento económico y su reflejo en el ornato —no solo urbano sino también de infraestructura vial—, indispensable para el flujo constante de mercaderías y capitales; iba a una velocidad distinta respecto al marea de los cambios tecnológicos, sociales y económicos del mundo occidental a principios de la segunda mitad del siglo XIX.


Grabado novohispano de finales del siglo XVIII, donde se muestra el cultivo y proceso de la grana o cochinilla de la nopalera. La cría del insecto servia para elaborar el tinte natural color rojo carmesí. 




Plantación nopalera, posiblemente localizada al sur de la Antigua Guatemala hacia 1875. Era una actividad económica que requería pocas manos y poca extensión de tierra.  

El flujo mercantil de Guatemala con el exterior aumentó durante los años finales del conservadurismo (1856-1871) por medio de las casas comerciantes provenientes de los EE. UU., así como los intereses económicos que los capitales americanos dispusieron en otros países como Costa Rica, Nicaragua.

Por la volátil coyuntura política con sus vecinos (México, Honduras y en particular con El Salvador) los niveles de intercambio comercial fluctuaron de acuerdo a la buena disposición de los gobernantes frente al Carrerismo.

La navegación comercial con la América del Sur —por la vía del océano Pacifico— prontamente también fue sustituyendo la presencia británica en la región, cuya factoría principal era la otra cosa de las Verapaces, mejor conocida como Belice.


Puente de Amatitlán (mejor conocido como «La Gloria») hacia 1850. La rehabilitación de las rutas comerciales con el Atlántico y Pacífico desde las zonas nopaleras, fue fundamental para la inserción de Guatemala en el mercado mundial; en el contexto del modelo primario exportador.  


Muelle de la villa de Istapa(sic) en la costa escuintleca. Por siglos Iztapa fue el único puerto comercial en suelo guatemalteco en la costa sur, hasta que el trafico marítimo del Pacifico se intensificó a mediados del siglo XIX. Después de 1868 se habilitaron muelles en la aldea «El Zapote» (hoy Puerto San José) y en la finca de la compañía maderera Champer & C°. (hoy Champerico). 

En este particular tuvo un efecto significativo que los colombianos abrieran en 1855 la primera vía ferroviaria transoceánica en su provincia istmeña de Panamá.  

No obstante respecto a la cuestión de Belice, la diplomacia guatemalteca cometió un error garrafal —aunque de buena fe— al ratificar el tratado Wyke-Aycinena de 1859 frente a gobierno de Su Majestad Británica.

Dicho acuerdo dejaba de lado el reclamo territorial, por parte del gobierno guatemalteco, toda la orilla septentrional del río Sarstún.

A cambio de renunciar al territorio reclamado, los británicos se comprometieron, no solo, a realizar los estudios cartográficos e ingenieriles para la apertura de una carretera formal entre la ciudad capital de Guatemala y su costa caribeña en Izabal.   



Fotografía hecha por Eadweard Muybridge en 1875 de la 6ª. Calle Sur topando con las gradas del Calvario viejo (hoy en día, la estación «El Amate» del Transmetro) en la Nueva Guatemala de la Asunción. Sobre la 18ª. Calle Poniente se ven varias carretas de bueyes donde se transportaba la cochinilla a granel. 


Vista panorámica con rumbo Norte, hecha por el artista belga-guatemalteco Augusto de Succa (c.1870) de la entrada a la ciudad capital viniendo desde el camino del Sur (hoy avenidas «Bolívar» y «Santa Cecilia»). Se muestran diversos hitos urbanos hoy desaparecidos (como el antiguo cementerio y hospital de San Juan de Dios, la pila publica del Calvario y las cajas del acueducto de Pinula) y algunos que lograron perdurar al paso de los años (como las iglesias parroquiales de la Recolección, San Francisco, Catedral y el castillo de «San José de Buenavista»). 

Siempre del pintor de Succa, otra vista panorámica de la ciudad de Guatemala; solo que desde la ermita del cerro del Carmen viendo hacia el Sur. Aqui se aprecian mejor el perfil urbano de la hoy desaparecida ciudad colonial. Templos como Santa Clara y edificios como el Teatro de Carrera (hoy parque Colón) eran símbolos emblemáticos de la vida urbana de la meseta central guatemalteca, por solo mencionar los que ya no existen.  

También facilitaron el empréstito incurrido por Guatemala para continuar con el esfuerzo bélico de auxiliar a las naciones agredidas por la llegada de los filibusteros a suelo centroamericano en 1856.

La independencia de Nicaragua, Costa Rica y de alguna forma las demás naciones centroamericanas se deben al altruismo del régimen conservador de Guatemala.




Grabados que aparecían en los periódicos  americanos y europeos (Harper´s MagazineThe Illustrated London News) de la época (mediados del siglo XIX). En ellos se ilustraban los vaivenes de guerra entre el Ejercito Aliado Centroamericano contra los filibusteros en Nicaragua y Costa Rica entre 1855 y 1857. 



Pintura idealizada del ataque a la ciudad de Granada por el entonces Coronel de Caballería, José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córboba (1815-1886). El Cnel. Víctor Zavala fue el único jefe sobreviviente de la expedición militar guatemalteca en Nicaragua durante la guerra nacional centroamericana (1855-1857)

Por otra parte, el objetivo de dicha concesión era asegurar el comercio inglés desde el Atlántico que venía perdiendo su cuota de mercado en Centro-América por el dinámico flujo a lo largo de la costa meridional de Guatemala.

Aun con la breve, pero fulminante y álgida campaña militar contra El Salvador y Honduras en 1863[3], el gobierno de Guatemala logró mantener —mediante su diplomacia— la influencia política en los demás gobiernos centroamericanos dentro del encuadramiento conservador hasta la muerte del caudillo de la Montaña.

Para entonces el positivismo filosófico venía ganando adeptos entre los jóvenes e intelectuales herencia y espíritu liberal de todo el continente durante esos años de agitación política en todo el hemisferio occidental[4].


El inicio de la transición


A principios de abril de 1865 falleció el Capt. Gral. Carrera Turcios —con el mando de presidente vitalicio desde 1853—. En su testamento el poder sucesorio quedo en manos del mariscal de campo Vicente Cerna y Cerna.

La razón de esto quizás radicó en el largo historial de servicios como jefe político y militar del corregimiento de Chiquimula, así como en su efectiva participación militar en diversas campañas a lo largo y ancho del istmo centroamericano.

Sin embargo, Cerna no tuvo prisa para presentarse de inmediato a ocupar la presidencia. Mientras tanto el mando provisorio del poder ejecutivo quedó en manos de entonces ministro de Relaciones Exteriores Pedro de Aycinena y Piñol.

Aycinena también fungía como Jefe del Consejo de Estado como de la Asamblea de Diputados[5].

La historiografía guatemalteca ha sido terriblemente visceral y parcial con la figura del ultimo gobernante conservador en Guatemala, achacándole cuantos defectos pueda encontrarse en la naturaleza humana. 

Si bien la reputación política de Cerna como gobernante firme, derecho, autoritario y profundamente creyente lo alineada al sistema conservador, su criterio en materia económica lo conducía por el rumbo contrario.

Aunque haya pocas referencias, la labor de Cerna por el fomento de la economía agroexportadora de su región de origen lo colocaba ideológicamente más en concordancia con los principios del liberalismo clásico.

Esta dicotomía, conservadurismo político combinado con el liberalismo económico fue su carta de presentación al momento de tomar posesión de la oficina presidencial; por tanto, podría decirse —sin miedo a la equivocación— que el Pdte. y Mscl. de Campo Vicente Cerna fue un político ideológicamente moderado.

Una vez en el poder, el cambio de mentalidad por parte del ejecutivo se pudo rápidamente de manifiesto.

Por mucho tiempo el gobierno protegió, en mayor o menor medida, los intereses comunitarios indígenas, principalmente por el tema de la tenencia de tierra y de sus derechos ancestrales de autogestión.

Al asumir Cerna la presidencia, esta iniciativa quedo relegada a un segundo plano, al declarar públicamente sus simpatías hacia el incipiente sector productivo del café.

Fue durante esa época cuando empezó la enajenación de las primeras tierras comunales indígenas que favorecía el crecimiento de la prometedora actividad caficultora[6] en Guatemala.

Aunque en sus discursos frente a la Asamblea Legislativa reiteraba su adhesión a los principios conservadores de «mantener las antiguas instituciones, el orden, la paz y el engrandecimiento de la República»; en política interior Cerna dio inicio, he hecho y de derecho, con la transición política hacia el liberalismo.

El desarrollo de la agricultura extensiva, el comercio internacional, la industria —pujante pero artesanal— y las artes por medio de la atracción de capital extranjero trajo tras de sí esperanzas en muchos que que veían las acciones del gobierno como un preámbulo a la apertura política.

Sin llegar a concretarse de forma efectiva, las aspiraciones del gobierno conservador quedaron plasmadas en los decretos concernientes a la profesionalización académica para los militares y la promoción más ambiciosa de la educación pública.

Hasta estos días, por disposiciones anteriores, la actividad pedagogía estaba casi por completo en manos de miembros del clero católico[7]; aunque esta última afirmación no deja de ser una verdad a medias pues la existencia de escuelas particulares dejaba algún margen a la iniciativa privada.

Un hecho por demás documentado, radicó en el interés y esfuerzo personal del presidente Cerna por promover la construcción y mantenimiento de una red vial por medio de caminos carreteros. 

La idea era interconectar todos los corregimientos susceptibles a modelo primario exportador, de tal forma que tuvieran acceso a los puertos marítimos, y así facilitar la salida del producto nacional hacia los mercados externos.    

El aperturismo incita a los exaltados en el exterior.


No obstante, al aparente continuismo de la política conservadora durante el régimen de Cerna, el debate político renació en las tertulias, los salones de diversión, en las sesiones del pleno en la Asamblea Legislativa y las aulas de la Pontificia Universidad de San Carlos.

En los pasillos de esta última, el estudiantado más febril y progresista estaba liderado por el veterano Miguel García-Granados y Zavala, donde las ideas del racionalismo positivista fortalecieron el antiguo espíritu liberal en Guatemala[8].

De forma simultánea, los exiliados guatemaltecos residentes en Costa Rica y Colombia[9] reanudaron sus esfuerzos por continuar la lucha mediática contra un régimen que veían como decrepito y medievalista[10].

En todo caso, la flexibilización de autoritarismo se vio reflejado tanto en las discusiones de la Asamblea Legislativa como en el mismo órgano informativo del gobierno, la Gaceta Oficial de Guatemala como en el surgimiento de múltiples periódicos que trataban temas de diversa índole.        


Cambio de paradigma económico.  


Durante la gestión del Mscl. Cerna se dio paso también a una nueva ley de extranjería cuyo objetivo era disminuir la actitud de xenofobia de los tiempos de Carrera.

Ya con un mejor conocimiento de cómo crear riqueza para las naciones, se principio a estimular la inmigración mediante concesiones controladas a inversores del exterior.

Los mecanismos de estímulo eran novedosos para la época: reducción tributaria de sus géneros de importación, exoneración plena de servicio militar, así como oferta de tierras baldías —fuera de las tierras comunales— a cuanto inmigrante deseara instalarse.

Se pretendía la atracción de familias completas, equipos de profesionales en actividades agroindustriales, quedando libres de impuestos las actividades de producción interna por periodos de hasta diez años[11].

La medida se fomentaba principalmente en naciones europeas de extracto católico, como Bélgica, Italia, Francia y España.

Una forma de estímulo económico en regiones sin desarrollo fue regresar al modelo liberal de los contratos concesionarios, aunque evitando las anodinas medidas del pasado.

El área afecta a la política de concesiones se desarrolló, nuevamente, en la costa atlántica del nuevo corregimiento de Izabal[12] donde se extendieron permisos, tanto a expatriados residentes para extraer maderas preciosas como emprendedores locales que iniciaban en aquellos años otra actividad económica de importancia para el futuro: la explotación del caucho o hule.

En estos ramos, tanto el Consulado de Comercio como la Sociedad Económica tuvieron un papel protagónico en la realización de los estudios y las gestiones de Estado frente a los particulares.

Aun cuando el panorama era estimulante y prometedor, con las condiciones macroeconomías relativamente positivas respeto al futuro, el clima político se enrareció a los pocos años de la muerte de Carrera.

Uno de los subalternos de Carrera en el Ejército Nacional era el mariscal de campo Serapio Cruz[13]. Este empresario y militar jalapaneco tenía fuertes ambiciones políticas desde, incluso, antes de la muerte del caudillo de la Montaña.

Dada la desconfianza que Carrera le tomó, al morir no tomó en consideración a Cruz en la sucesión presidencial.

Por eso desde 1867, el Mscl. de Campo Cruz junto con sus hermanos —Vicente y Francisco— se levantaron en armas contra el gobierno de Cerna en la siempre volátil «Montaña» del Oriente guatemalteco[14].

No obstante, a este intento los crucistas fracasaron en su intentona, por lo que se refugiaron en Chiapas y El Salvador, después de una dura represión en las regiones alzadas.

Después de este fiasco, la mayor parte de los rebeldes fueron pasados por el pelotón de fusilamiento o encarcelados en las mazmorras del castillo de San Felipe de Lara en las insalubres costas del Atlántico guatemalteco.

Entre los pocos guerrilleros que sobrevivieron en territorio mexicano estaba un joven finquero de nombre Justo Rufino Barrios Auyón.

Este inquieto sanmarquense era notario público[15] de profesión, pero se distinguió por ser uno de los pioneros en la actividad caficultora en la región de Occidente.

Tras la caída de la monarquía de Maximiliano I de México, Barrios Auyón buscó apoyo de la cabeza del liberalismo mexicano, el presidente y abogado Benito Pablo Juárez García.


Los comicios generales de 1869


Terminando la década de los años sesenta del siglo XIX, fueron convocadas las elecciones presidenciales, por lo que las sesiones del consejo de Estado y la asamblea de diputados estaba fuertemente dividida entre dos facciones.

Por un lado, muchos miembros del poder económico y político de la época no deseaban cambios sociales demasiado abruptos que pusieran en entredicho su posición, siguieron siendo partidarios del candidato oficial, es decir el mismo presidente Cerna.

Otros, quienes deseaban afianzar el rumbo transitorio hacia el liberalismo económico, veían con simpatía a otro veterano de guerra como el candidato perfecto.

El Mariscal de Campo José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdoba era miembro de las llamadas «familias de sangre».

No obstante, a su origen digamos «aristocrático», era un hombre de ideas progresistas; pues era excepcionalmente culto, refinado, viajero y conocedor de mundo.

Agregado a sus cualidades sociales, culturales e intelectuales, era un carismático militar de carrera que tenía sobre si la reputación de considerarse como héroe de guerra.

Fue de los pocos oficiales que sobrevivieron a la devastadora Guerra Nacional Centroamericana (1855-1857), por lo que para principios de 1870 gozaba de una amplio respeto y consideración por parte de las élites, los estudiantes, así como en los sectores medios de la población urbana.

Aunque de posiciones políticas moderadas, Zavala y Córdoba apoyaba las ideas del progreso económico.

Con todo el apoyo que tenía Zavala y Córdoba para ganar las elecciones, el sistema indirecto le otorgó al presidente Cerna la victoria por medio de la Asamblea Legislativa con un amplio margen. 

La indignación de los partidarios zavalistas provocó la furia de los diputados más radicales, Miguel García Granados y Marcos Dardón pues se reusaron a ratificar el acta de sesiones.

El viejo García Granados contaba con la simpatía de liberales sancarlistas que, en los siguientes días tras los comicios, se manifestaron en las calles de la ciudad capital; manifestando su rechazo a los resultados que desde entonces se consideraron como fraude electoral.

Los ánimos se caldearon al punto que cuando la autoridad buscó restaurar el orden y la seguridad públicas se dio, entre la trifulca, muerte a un joven de la prominente familia de los Rubios.

Entre la confusión también se dieron numerosas detenciones de partidarios del candidato perdedor.

Aunque en las formas la elección siguió los procesamientos prescritos, por el solo hecho de ser el mismo presidente candidato oficial, el fondo del asunto dejó un mal sabor de boca para aquellos que cuestionaron los resultados.

En consecuencia, la legitimidad del régimen pendió de un hilo desde entonces.    


Se alza de nuevo la Montaña.


El ambiente tenso en la capital se complicó por las noticias de invasión desde Chiapas.
De nuevo los facciosos de Serapio Cruz, ahora con Rufino Barrios como lugarteniente, hicieron la incursión en la región de Huehuetenango y Totonicapán.

Estos guerrilleros intentaron aprovechar el malestar generalizado tanto entre indígenas, sujetos a que sus tierras comunales fueran expropiadas; como de ladinos pobres de la región que resentían la existencia del estanco de aguardiente, que les impedía destilar y comercializar dicho producto en forma individual.

Junto engrosaron las filas de las fuerzas crucistas en una guerra de guerrillas que de nuevo intentaba sacar a los conservadores del poder.

Aun siendo liberales, Barrios como Cruz, se cuidaron de emitir en sus manifiestos alusión alguna al anticlericalismo característico de sus viejos correligionarios; dando más énfasis a proclamas de carácter económica como social, atacando sobre todo los estancos —o monopolios estatales— a todo género.

Las libertades políticas, ampliamente difundidas desde la muerte de Carrera en el trascurso de 1869 y 1870 quedaron nuevamente relegadas a la discreción de las autoridades.

Por su amplia mayoría en el Consejo de Estado, los más conservadores dominaron el apartado de orden policial; con el solo fin de restaurar el orden y la paz en la República.

No obstante, en las acciones militares contra los partidarios del Mscl. Cruz —quienes se referían a su 
líder como «Tata Lapo»— hubo sangrientos actos que recordaban las peores carnicerías de los turbios de la extinta y lejana federación centroamericana.

El ejemplo más característico de estos excesos se dio en el combate cercano a la hacienda de Palencia, a escasas dos jornadas de distancia al nororiente de la ciudad capital.

En el mismo el Mscl. Cruz y sus tropas, fueron sorprendido por el contingente dirigido por el brigadier Jose Antonino Solares Monterroso, Comandante en Jefe del Ejército Nacional, a quien sus soldados conocían como «Tata Tonino».

En un acto de barbarie, propio de los años de anarquía generalizada, el Brig. Solares Monterroso cercenó la cabeza al cuerpo del caudillo muerto cual sí fuera un trofeo de guerra.

Transportada hasta a la ciudad capital, el tétrico testimonio del orden público fue puesto a exhibición pública en la plaza mayor en una pica a manera de escarmiento general.

Se sabe por testigos presenciales que Cerna nunca dio tal orden[16], siendo un acto arbitrario por parte del Comandante en Jefe del Ejército.

De cualquier modo, el costo político recayó en el Pdte. Cerna, lo que en definitiva selló la suerte del régimen conservador.


Se inicia la represión política.  


De forma simultánea a los sucesos ocurridos en la hacienda de Palencia, de inmediato se ordenó la detención de los diputados liberales de la Asamblea Legislativa, por haber participado en un intento por levantar la suspensión de las garantías constitucionales.

En el acto fueron encarcelados Manuel Larrave y José María Samayoa en el fuerte de San José de Buenavista.

El tercero, García-Granados, se exilió en la legación británica, ayudado por el excandidato liberal Zavala y Córdoba; para luego partir a Nueva Orleans donde gestionaría la compra de armamento para una futura insurrección armada.

Algún tiempo después marchó a México para así reunirse con el último líder faccioso vivo, Barrios Auyón, con quien seguramente ya tenía algún tipo de comunicación de carácter político.

Todo indicaba que, con la derrota de la facción de los Cruces, el régimen de Cerna —una vez pacificado el país— podría emprender de nuevo el lento proyecto de transición económica dirigido por el presidente.

No obstante, las «antiguas instituciones» conservadoras se caían a pedazos en los países vecinos —particularmente en El Salvador y Honduras—.

Ni Cerna ni sus allegados podían hacer algo al respecto, no solo porque la figura de Rafael Carrera estaba fuera del cuadrilátero, por lo que su política exterior ya no era tolerada fuera de sus fronteras; sino porque el gobierno conservador estaba más ocupado con los facciosos más exaltados en tierras del Occidente guatemalteco.

Mientras tanto en sus proclamas García-Granados, ya como líder político del movimiento reformador, atacaba al gobierno de Cerna como un «gobernante tiránico y continuista de la dictadura perpetua de Carrera.»

En sus discursos, el viejo liberal trataba exclusivamente aspectos como los nocivos privilegios que el sistema de los estancos[17].

Esta especie de compañías nacionales habían minado la libertad económica para producir y comerciar cualquier producto sujeto a la normativa.

La libre iniciativa de los emprendedores de aquellos lejanos días estaba ahogada bajo pesados y anacrónicos controles fiscales, factores que impedían el verdadero crecimiento económico.

Para atraer seguidores, una de las primeras medidas políticas en la región de Los Altos a la causa reformadora[18], fue la revocación de los decretos concernientes tanto a los estancos de aguardiente como del tabaco, así como la libre importación de licores y productos tabacaleros del extranjero.   

El escenario del exterior y victoria de los reformistas.


La aparente ayuda del gobierno mexicano[19] —tanto en recursos monetarios como en logística— a favor del movimiento reformador, permitió a los liberales ganar plazas en todas las poblaciones importantes de tierra fría y la boca costa durante la veloz guerra de 1870 y 1871.

Sin embargo, luego de la ocupación de la ciudad de Quezaltenango a finales de mayo del 1871, el anticlericalismo de antaño salió a relucir con en la expulsión de los jesuitas radicados en la región.

Atrincherado detrás de las publicaciones del diario oficial, y solamente respaldado de forma endeble por la élite capitalina, el poder de Cerna se vio cercado por la facción reformadora en dos frentes.

El primero se concretó luego de la proclama en Patzicía a principios de junio de 1871, donde los liberales formaron un gobierno provisorio al mando de Miguel García-Granados como presidente de la República y a Justo Rufino Barrios como Comandante de Armas de Occidente.

En la misma acta desconocían al gobierno del Mscl. Cerna, quien a su vez vio abrirse el nuevo frente opositor desde la frontera salvadoreña, donde la revuelta armada era conducida por el brigadier Gregorio Solares.

Este militar antigüeño, quien fue Comandante de Armas en la plaza capitalina, se enemistó con Cerna luego de las elecciones, por lo que contacto a los futuros reformadores para organizar el nuevo gobierno, encargándose Solares de la columna proveniente de Jutiapa.

Dentro de los errores tácticos y estratégicos cometidos por el gobierno de Vicente Cerna fue haber subestimado el factor tecnológico en el nuevo armamento disponible en el mercado.

La guerra civil en los Estados Unidos fue un laboratorio de experimentación en muchos campos científicos, particularmente en la balística, ingeniería naval y demás disciplinas armamentistas.

Los nuevos armamentos con mecanismos percutores de repetición batieron al obsoleto mosquete de chispa de las guerras anteriores, por lo que este fue el factor que más influyó en las acciones bélicas.

La razón era que los rebeldes adquirieron armamento americano de fusilería Winchester y Remington que respondían al sistema antes comentado.

Incluso cuando el Ejército Nacional pudo contar con armamento similar, con el Mscl. Cerna a la cabeza de la expedición, fueron derrotados en la batalla de San Lucas a finales de junio del mismo año.

Al conocerse la noticia, el gobierno conservador finalmente colapsó, partiendo en desbandada tanto Cerna, como sus oficiales y ministros hacia el exilio.

Solo por la justa intervención del mariscal Zavala y Córdoba, las milicias de desarrapados e inquietos guerrilleros al mando de García-Granados y Barrios no entraron a la capital.

Con esto se evitaron repetir los episodios de excesos cometidos por las tropas victoriosas contra la vida y propiedades de los capitalinos, fenómenos tan comunes en épocas pasadas.

Para fines de 1871, el liberalismo político quedaba impuesto desde México hasta Costa Rica[20] dejando de lado las luchas antagónicas entre facciones políticas divergentes.

Con esto, dio paso al consenso político que finalmente amalgamó ambas corrientes ideológicas dentro de la premisa generalizada del orden y progreso material para las naciones.

Si bien, buena parte del legado de Capt. Gral. Rafael Carrera y el antiguo régimen conservador —en teoría, afín a la tradición institucional hispánica— fue desapareciendo paulatinamente; los valores culturales que defendió este movimiento político y social permanecieron hasta cierto punto, quedaron vigentes hasta el día de hoy.

Sin embargo, la existencia de un conservadurismo sui generis dependía en gran media de que tan subordinado estuviera a los nuevos estatutos positivistas adoptados por los liberales. 


Referencias

Burgess, Paul. Justo Rufino Barrios - A biography. 1ª. Editado por Editorial Universitaria de Guatemala. Traducido por Ricardo Letona-Estrada. Vol. [edición en español]. Philadelphia (trad. San José - Costa Rica): (EDUCA), Editorial Universitaria Centroamericana, 1926 (trad. 1972).
Lainfiesta, Francisco. Mis memorias. Cd. de Guatª., Guatemala: Académia de Geografía e Historia de Guatemala, 1986.
Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. 3ª. Edición. cd.de Guatª: Fondo de Cultura Económico, 1998.
Sabino, Carlos. Los senderos de la libertad. 1ª. Edición. Editado por Anton A. Toursinov. Cd. de México, Distrito Federal: Red Liberal de América latina & Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, 2015.
Woodward Jr., Ralph Lee. Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. 2ª. Traducido por Jorge Skinner-Klee. ciudad de Guatemala, Guatemala: Biblioteca Básica de Historia de Gautemala. Serviprensa Centroamericana, 2011.







[1] (Woodward Jr. 2011, 448)
[2] Sin contar con las agitaciones y levantamientos armados de 1842, 1848-1851, 1855-1858 y 1861. 
[3] Suscitada por el supuesto asesinato del presidente hondureño Santos Guardiola, aliado de Carrera; el anticlericalismo del presidente salvadoreño Gerardo Barrios, así como los insultos de la prensa sansalvadoreña al presidente de Guatemala.
[4] Múltiples conflictos en territorio americano dentro de la dicotomía ideológica entre liberales y conservadores (como el catastrófico episodio de la guerra de la Triple Alianza en el lejano Paraguay), pero los que más repercusión tuvieron para Guatemala y C.A. en general fueron las guerras de la Reforma y la segunda intervención francesa en México, así como la guerra de Secesión entre unionistas y confederados americanos. 
[5] Reinstaurada algunos años antes de morir Carrera.
[6] (Woodward Jr. 2011, 494,495)
[7] Ibidem.
[8] Entre estos estudiantes estaban dos futuros dictadores centroamericanos: Marco Aurelio Soto, hondureño y Justo Rufino Barrios, oriundo del corregimiento de Quezaltenango.
[9] Su foco de actividad era la ciudad de Panamá.
[10] El vocero principal de esta ferviente actividad literaria y política fue uno de los padres de la Reforma liberal, Lorenzo Montufar y Rivera.
[11] Idem, p. 498.
[12] Durante el período de Cerna hubo una reorganización de la administración territorial, donde los antiguos corregimientos, que correspondían con mucha aproximación a la dejada por la colonia, en nuevas unidades territoriales, muchas de las cuales han llegado a la actualidad.
[13] Es personaje, quien la tradición oral le llamó Tata Lapo, fue uno de los únicos cuatro mariscales de campo de la época, Junto con José Víctor Zavala, Gregorio Solares y el mismo presidente Cerna. En su momento tuvo diferencias con el capitán general Carrera en tiempos de la campaña contra el general Barrios en El Salvador. Su hoja de vida lo ponen en evidencia como un hombre pragmático, pues navego entre el movimiento de los cachurecos, los Lucios así como las guerrillas liberales en los últimos años del régimen conservador.
[14] Aunque siempre mostraron una capacidad de movilización formidable para actuar en teatros de operaciones tanto en el Norte como el Occidente del país.
[15] Barrios nunca termino la carrera de abogado por salir huyendo de la capital tras un problema de faldas.
[16] Así lo menciona Francisco Lainfiesta, un escritor y político liberal convencido.
[17] Hubo variedad de productos estancados como el aguardiente, el tabaco, la pólvora, la chicha e incluso los naipes.
[18] Este fue el adjetivo que usaron para si los revolucionarios liberales a finales del siglo XIX.
[19] Con todo, los buenos oficios de las autoridades mexicanas no estuvieron exentas de maniobras marrulleras, que posteriormente fueron la punta de lanza para zanjar de una vez por todas el diferendo de límites con Guatemala.
[20] Exceptuando el caso paradigmático de Nicaragua donde lograron mantenerse los conservadores hasta 1893.