lunes, 23 de enero de 2017

El ocaso del conservadurismo y la transición hacia el liberalismo. El gobierno del mariscal Vicente Cerna (1865-1871)

Últimos años del presidente vitalicio, «el caudillo adorado por los pueblos».

Rafael Carrera (c.1854) fue el arquetipo de caudillo hispanoamericano, referente de una época en que la ley, el orden público y la estabilidad regional se impusieron con la fuerza de las armas. 


En los últimos años de que podría llamarse «pax Carreriana», el régimen político dominante en Guatemala puede sintetizarse con la siguiente paráfrasis: «un sistema inspirado en el espíritu de conservación, que mantiene la confianza, la paz y el orden pública.[1]»

Si bien dicho sistema de gobierno logró neutralizar los descalabros y agitaciones políticas de una forma más o menos efectiva entre 1839 y 1870; a causa de los continuos apuros financieros incurridos por el Estado, el conservadurismo chapín se vio atado de manos para darle continuidad a los principios, en particular los materiales y culturales, que sus líderes aspiraban.

Para contener los trastornos internos y externos que amenazaban su existencia, el gobierno de «La Corte» se vio abrumado por los desembolsos de la tesorería[2].

De otra forma, los fondos destinados hacia otras prioridades nacionales, como la infraestructura y la educación, habrían cumplido su cometido sin quedar a medias, como efectivamente pasó.

La obra necesaria para emprender un despegue económico, demandada por los liberales más inquietos, así como el pronto reacomodo de las fuerzas más tradicionalistas —o reaccionarias, si se les quiere ver— tuvo un costo social y político significativo a largo plazo.



Mapa topográfico y croquis descriptivos de la Primera República de Guatemala (durante el régimen conservador o «de los 30 años»). Aquí se muestra la división política y limites aproximados, aunque no ratificados, con sus vecinos. También se ilustran datos de referencia para extranjeros como la configuración orográfica y urbana de los hitos importantes.   

Sin embargo, de acuerdo al contexto que les tocó vivir a sus dirigentes, la prioridad por aliviar los ánimos populares mediante la sujeción social por parte de la Iglesia católica y los pocos grupos de religiosos que tuvieron a bien regresar a Guatemala en esos años, se justificó con la paz y tranquilidad suficientes para llevar, en mayor o menos medida, una vida civilizada.

El lento crecimiento económico y su reflejo en el ornato —no solo urbano sino también de infraestructura vial—, indispensable para el flujo constante de mercaderías y capitales; iba a una velocidad distinta respecto al marea de los cambios tecnológicos, sociales y económicos del mundo occidental a principios de la segunda mitad del siglo XIX.


Grabado novohispano de finales del siglo XVIII, donde se muestra el cultivo y proceso de la grana o cochinilla de la nopalera. La cría del insecto servia para elaborar el tinte natural color rojo carmesí. 




Plantación nopalera, posiblemente localizada al sur de la Antigua Guatemala hacia 1875. Era una actividad económica que requería pocas manos y poca extensión de tierra.  

El flujo mercantil de Guatemala con el exterior aumentó durante los años finales del conservadurismo (1856-1871) por medio de las casas comerciantes provenientes de los EE. UU., así como los intereses económicos que los capitales americanos dispusieron en otros países como Costa Rica, Nicaragua.

Por la volátil coyuntura política con sus vecinos (México, Honduras y en particular con El Salvador) los niveles de intercambio comercial fluctuaron de acuerdo a la buena disposición de los gobernantes frente al Carrerismo.

La navegación comercial con la América del Sur —por la vía del océano Pacifico— prontamente también fue sustituyendo la presencia británica en la región, cuya factoría principal era la otra cosa de las Verapaces, mejor conocida como Belice.


Puente de Amatitlán (mejor conocido como «La Gloria») hacia 1850. La rehabilitación de las rutas comerciales con el Atlántico y Pacífico desde las zonas nopaleras, fue fundamental para la inserción de Guatemala en el mercado mundial; en el contexto del modelo primario exportador.  


Muelle de la villa de Istapa(sic) en la costa escuintleca. Por siglos Iztapa fue el único puerto comercial en suelo guatemalteco en la costa sur, hasta que el trafico marítimo del Pacifico se intensificó a mediados del siglo XIX. Después de 1868 se habilitaron muelles en la aldea «El Zapote» (hoy Puerto San José) y en la finca de la compañía maderera Champer & C°. (hoy Champerico). 

En este particular tuvo un efecto significativo que los colombianos abrieran en 1855 la primera vía ferroviaria transoceánica en su provincia istmeña de Panamá.  

No obstante respecto a la cuestión de Belice, la diplomacia guatemalteca cometió un error garrafal —aunque de buena fe— al ratificar el tratado Wyke-Aycinena de 1859 frente a gobierno de Su Majestad Británica.

Dicho acuerdo dejaba de lado el reclamo territorial, por parte del gobierno guatemalteco, toda la orilla septentrional del río Sarstún.

A cambio de renunciar al territorio reclamado, los británicos se comprometieron, no solo, a realizar los estudios cartográficos e ingenieriles para la apertura de una carretera formal entre la ciudad capital de Guatemala y su costa caribeña en Izabal.   



Fotografía hecha por Eadweard Muybridge en 1875 de la 6ª. Calle Sur topando con las gradas del Calvario viejo (hoy en día, la estación «El Amate» del Transmetro) en la Nueva Guatemala de la Asunción. Sobre la 18ª. Calle Poniente se ven varias carretas de bueyes donde se transportaba la cochinilla a granel. 


Vista panorámica con rumbo Norte, hecha por el artista belga-guatemalteco Augusto de Succa (c.1870) de la entrada a la ciudad capital viniendo desde el camino del Sur (hoy avenidas «Bolívar» y «Santa Cecilia»). Se muestran diversos hitos urbanos hoy desaparecidos (como el antiguo cementerio y hospital de San Juan de Dios, la pila publica del Calvario y las cajas del acueducto de Pinula) y algunos que lograron perdurar al paso de los años (como las iglesias parroquiales de la Recolección, San Francisco, Catedral y el castillo de «San José de Buenavista»). 

Siempre del pintor de Succa, otra vista panorámica de la ciudad de Guatemala; solo que desde la ermita del cerro del Carmen viendo hacia el Sur. Aqui se aprecian mejor el perfil urbano de la hoy desaparecida ciudad colonial. Templos como Santa Clara y edificios como el Teatro de Carrera (hoy parque Colón) eran símbolos emblemáticos de la vida urbana de la meseta central guatemalteca, por solo mencionar los que ya no existen.  

También facilitaron el empréstito incurrido por Guatemala para continuar con el esfuerzo bélico de auxiliar a las naciones agredidas por la llegada de los filibusteros a suelo centroamericano en 1856.

La independencia de Nicaragua, Costa Rica y de alguna forma las demás naciones centroamericanas se deben al altruismo del régimen conservador de Guatemala.




Grabados que aparecían en los periódicos  americanos y europeos (Harper´s MagazineThe Illustrated London News) de la época (mediados del siglo XIX). En ellos se ilustraban los vaivenes de guerra entre el Ejercito Aliado Centroamericano contra los filibusteros en Nicaragua y Costa Rica entre 1855 y 1857. 



Pintura idealizada del ataque a la ciudad de Granada por el entonces Coronel de Caballería, José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córboba (1815-1886). El Cnel. Víctor Zavala fue el único jefe sobreviviente de la expedición militar guatemalteca en Nicaragua durante la guerra nacional centroamericana (1855-1857)

Por otra parte, el objetivo de dicha concesión era asegurar el comercio inglés desde el Atlántico que venía perdiendo su cuota de mercado en Centro-América por el dinámico flujo a lo largo de la costa meridional de Guatemala.

Aun con la breve, pero fulminante y álgida campaña militar contra El Salvador y Honduras en 1863[3], el gobierno de Guatemala logró mantener —mediante su diplomacia— la influencia política en los demás gobiernos centroamericanos dentro del encuadramiento conservador hasta la muerte del caudillo de la Montaña.

Para entonces el positivismo filosófico venía ganando adeptos entre los jóvenes e intelectuales herencia y espíritu liberal de todo el continente durante esos años de agitación política en todo el hemisferio occidental[4].


El inicio de la transición


A principios de abril de 1865 falleció el Capt. Gral. Carrera Turcios —con el mando de presidente vitalicio desde 1853—. En su testamento el poder sucesorio quedo en manos del mariscal de campo Vicente Cerna y Cerna.

La razón de esto quizás radicó en el largo historial de servicios como jefe político y militar del corregimiento de Chiquimula, así como en su efectiva participación militar en diversas campañas a lo largo y ancho del istmo centroamericano.

Sin embargo, Cerna no tuvo prisa para presentarse de inmediato a ocupar la presidencia. Mientras tanto el mando provisorio del poder ejecutivo quedó en manos de entonces ministro de Relaciones Exteriores Pedro de Aycinena y Piñol.

Aycinena también fungía como Jefe del Consejo de Estado como de la Asamblea de Diputados[5].

La historiografía guatemalteca ha sido terriblemente visceral y parcial con la figura del ultimo gobernante conservador en Guatemala, achacándole cuantos defectos pueda encontrarse en la naturaleza humana. 

Si bien la reputación política de Cerna como gobernante firme, derecho, autoritario y profundamente creyente lo alineada al sistema conservador, su criterio en materia económica lo conducía por el rumbo contrario.

Aunque haya pocas referencias, la labor de Cerna por el fomento de la economía agroexportadora de su región de origen lo colocaba ideológicamente más en concordancia con los principios del liberalismo clásico.

Esta dicotomía, conservadurismo político combinado con el liberalismo económico fue su carta de presentación al momento de tomar posesión de la oficina presidencial; por tanto, podría decirse —sin miedo a la equivocación— que el Pdte. y Mscl. de Campo Vicente Cerna fue un político ideológicamente moderado.

Una vez en el poder, el cambio de mentalidad por parte del ejecutivo se pudo rápidamente de manifiesto.

Por mucho tiempo el gobierno protegió, en mayor o menor medida, los intereses comunitarios indígenas, principalmente por el tema de la tenencia de tierra y de sus derechos ancestrales de autogestión.

Al asumir Cerna la presidencia, esta iniciativa quedo relegada a un segundo plano, al declarar públicamente sus simpatías hacia el incipiente sector productivo del café.

Fue durante esa época cuando empezó la enajenación de las primeras tierras comunales indígenas que favorecía el crecimiento de la prometedora actividad caficultora[6] en Guatemala.

Aunque en sus discursos frente a la Asamblea Legislativa reiteraba su adhesión a los principios conservadores de «mantener las antiguas instituciones, el orden, la paz y el engrandecimiento de la República»; en política interior Cerna dio inicio, he hecho y de derecho, con la transición política hacia el liberalismo.

El desarrollo de la agricultura extensiva, el comercio internacional, la industria —pujante pero artesanal— y las artes por medio de la atracción de capital extranjero trajo tras de sí esperanzas en muchos que que veían las acciones del gobierno como un preámbulo a la apertura política.

Sin llegar a concretarse de forma efectiva, las aspiraciones del gobierno conservador quedaron plasmadas en los decretos concernientes a la profesionalización académica para los militares y la promoción más ambiciosa de la educación pública.

Hasta estos días, por disposiciones anteriores, la actividad pedagogía estaba casi por completo en manos de miembros del clero católico[7]; aunque esta última afirmación no deja de ser una verdad a medias pues la existencia de escuelas particulares dejaba algún margen a la iniciativa privada.

Un hecho por demás documentado, radicó en el interés y esfuerzo personal del presidente Cerna por promover la construcción y mantenimiento de una red vial por medio de caminos carreteros. 

La idea era interconectar todos los corregimientos susceptibles a modelo primario exportador, de tal forma que tuvieran acceso a los puertos marítimos, y así facilitar la salida del producto nacional hacia los mercados externos.    

El aperturismo incita a los exaltados en el exterior.


No obstante, al aparente continuismo de la política conservadora durante el régimen de Cerna, el debate político renació en las tertulias, los salones de diversión, en las sesiones del pleno en la Asamblea Legislativa y las aulas de la Pontificia Universidad de San Carlos.

En los pasillos de esta última, el estudiantado más febril y progresista estaba liderado por el veterano Miguel García-Granados y Zavala, donde las ideas del racionalismo positivista fortalecieron el antiguo espíritu liberal en Guatemala[8].

De forma simultánea, los exiliados guatemaltecos residentes en Costa Rica y Colombia[9] reanudaron sus esfuerzos por continuar la lucha mediática contra un régimen que veían como decrepito y medievalista[10].

En todo caso, la flexibilización de autoritarismo se vio reflejado tanto en las discusiones de la Asamblea Legislativa como en el mismo órgano informativo del gobierno, la Gaceta Oficial de Guatemala como en el surgimiento de múltiples periódicos que trataban temas de diversa índole.        


Cambio de paradigma económico.  


Durante la gestión del Mscl. Cerna se dio paso también a una nueva ley de extranjería cuyo objetivo era disminuir la actitud de xenofobia de los tiempos de Carrera.

Ya con un mejor conocimiento de cómo crear riqueza para las naciones, se principio a estimular la inmigración mediante concesiones controladas a inversores del exterior.

Los mecanismos de estímulo eran novedosos para la época: reducción tributaria de sus géneros de importación, exoneración plena de servicio militar, así como oferta de tierras baldías —fuera de las tierras comunales— a cuanto inmigrante deseara instalarse.

Se pretendía la atracción de familias completas, equipos de profesionales en actividades agroindustriales, quedando libres de impuestos las actividades de producción interna por periodos de hasta diez años[11].

La medida se fomentaba principalmente en naciones europeas de extracto católico, como Bélgica, Italia, Francia y España.

Una forma de estímulo económico en regiones sin desarrollo fue regresar al modelo liberal de los contratos concesionarios, aunque evitando las anodinas medidas del pasado.

El área afecta a la política de concesiones se desarrolló, nuevamente, en la costa atlántica del nuevo corregimiento de Izabal[12] donde se extendieron permisos, tanto a expatriados residentes para extraer maderas preciosas como emprendedores locales que iniciaban en aquellos años otra actividad económica de importancia para el futuro: la explotación del caucho o hule.

En estos ramos, tanto el Consulado de Comercio como la Sociedad Económica tuvieron un papel protagónico en la realización de los estudios y las gestiones de Estado frente a los particulares.

Aun cuando el panorama era estimulante y prometedor, con las condiciones macroeconomías relativamente positivas respeto al futuro, el clima político se enrareció a los pocos años de la muerte de Carrera.

Uno de los subalternos de Carrera en el Ejército Nacional era el mariscal de campo Serapio Cruz[13]. Este empresario y militar jalapaneco tenía fuertes ambiciones políticas desde, incluso, antes de la muerte del caudillo de la Montaña.

Dada la desconfianza que Carrera le tomó, al morir no tomó en consideración a Cruz en la sucesión presidencial.

Por eso desde 1867, el Mscl. de Campo Cruz junto con sus hermanos —Vicente y Francisco— se levantaron en armas contra el gobierno de Cerna en la siempre volátil «Montaña» del Oriente guatemalteco[14].

No obstante, a este intento los crucistas fracasaron en su intentona, por lo que se refugiaron en Chiapas y El Salvador, después de una dura represión en las regiones alzadas.

Después de este fiasco, la mayor parte de los rebeldes fueron pasados por el pelotón de fusilamiento o encarcelados en las mazmorras del castillo de San Felipe de Lara en las insalubres costas del Atlántico guatemalteco.

Entre los pocos guerrilleros que sobrevivieron en territorio mexicano estaba un joven finquero de nombre Justo Rufino Barrios Auyón.

Este inquieto sanmarquense era notario público[15] de profesión, pero se distinguió por ser uno de los pioneros en la actividad caficultora en la región de Occidente.

Tras la caída de la monarquía de Maximiliano I de México, Barrios Auyón buscó apoyo de la cabeza del liberalismo mexicano, el presidente y abogado Benito Pablo Juárez García.


Los comicios generales de 1869


Terminando la década de los años sesenta del siglo XIX, fueron convocadas las elecciones presidenciales, por lo que las sesiones del consejo de Estado y la asamblea de diputados estaba fuertemente dividida entre dos facciones.

Por un lado, muchos miembros del poder económico y político de la época no deseaban cambios sociales demasiado abruptos que pusieran en entredicho su posición, siguieron siendo partidarios del candidato oficial, es decir el mismo presidente Cerna.

Otros, quienes deseaban afianzar el rumbo transitorio hacia el liberalismo económico, veían con simpatía a otro veterano de guerra como el candidato perfecto.

El Mariscal de Campo José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdoba era miembro de las llamadas «familias de sangre».

No obstante, a su origen digamos «aristocrático», era un hombre de ideas progresistas; pues era excepcionalmente culto, refinado, viajero y conocedor de mundo.

Agregado a sus cualidades sociales, culturales e intelectuales, era un carismático militar de carrera que tenía sobre si la reputación de considerarse como héroe de guerra.

Fue de los pocos oficiales que sobrevivieron a la devastadora Guerra Nacional Centroamericana (1855-1857), por lo que para principios de 1870 gozaba de una amplio respeto y consideración por parte de las élites, los estudiantes, así como en los sectores medios de la población urbana.

Aunque de posiciones políticas moderadas, Zavala y Córdoba apoyaba las ideas del progreso económico.

Con todo el apoyo que tenía Zavala y Córdoba para ganar las elecciones, el sistema indirecto le otorgó al presidente Cerna la victoria por medio de la Asamblea Legislativa con un amplio margen. 

La indignación de los partidarios zavalistas provocó la furia de los diputados más radicales, Miguel García Granados y Marcos Dardón pues se reusaron a ratificar el acta de sesiones.

El viejo García Granados contaba con la simpatía de liberales sancarlistas que, en los siguientes días tras los comicios, se manifestaron en las calles de la ciudad capital; manifestando su rechazo a los resultados que desde entonces se consideraron como fraude electoral.

Los ánimos se caldearon al punto que cuando la autoridad buscó restaurar el orden y la seguridad públicas se dio, entre la trifulca, muerte a un joven de la prominente familia de los Rubios.

Entre la confusión también se dieron numerosas detenciones de partidarios del candidato perdedor.

Aunque en las formas la elección siguió los procesamientos prescritos, por el solo hecho de ser el mismo presidente candidato oficial, el fondo del asunto dejó un mal sabor de boca para aquellos que cuestionaron los resultados.

En consecuencia, la legitimidad del régimen pendió de un hilo desde entonces.    


Se alza de nuevo la Montaña.


El ambiente tenso en la capital se complicó por las noticias de invasión desde Chiapas.
De nuevo los facciosos de Serapio Cruz, ahora con Rufino Barrios como lugarteniente, hicieron la incursión en la región de Huehuetenango y Totonicapán.

Estos guerrilleros intentaron aprovechar el malestar generalizado tanto entre indígenas, sujetos a que sus tierras comunales fueran expropiadas; como de ladinos pobres de la región que resentían la existencia del estanco de aguardiente, que les impedía destilar y comercializar dicho producto en forma individual.

Junto engrosaron las filas de las fuerzas crucistas en una guerra de guerrillas que de nuevo intentaba sacar a los conservadores del poder.

Aun siendo liberales, Barrios como Cruz, se cuidaron de emitir en sus manifiestos alusión alguna al anticlericalismo característico de sus viejos correligionarios; dando más énfasis a proclamas de carácter económica como social, atacando sobre todo los estancos —o monopolios estatales— a todo género.

Las libertades políticas, ampliamente difundidas desde la muerte de Carrera en el trascurso de 1869 y 1870 quedaron nuevamente relegadas a la discreción de las autoridades.

Por su amplia mayoría en el Consejo de Estado, los más conservadores dominaron el apartado de orden policial; con el solo fin de restaurar el orden y la paz en la República.

No obstante, en las acciones militares contra los partidarios del Mscl. Cruz —quienes se referían a su 
líder como «Tata Lapo»— hubo sangrientos actos que recordaban las peores carnicerías de los turbios de la extinta y lejana federación centroamericana.

El ejemplo más característico de estos excesos se dio en el combate cercano a la hacienda de Palencia, a escasas dos jornadas de distancia al nororiente de la ciudad capital.

En el mismo el Mscl. Cruz y sus tropas, fueron sorprendido por el contingente dirigido por el brigadier Jose Antonino Solares Monterroso, Comandante en Jefe del Ejército Nacional, a quien sus soldados conocían como «Tata Tonino».

En un acto de barbarie, propio de los años de anarquía generalizada, el Brig. Solares Monterroso cercenó la cabeza al cuerpo del caudillo muerto cual sí fuera un trofeo de guerra.

Transportada hasta a la ciudad capital, el tétrico testimonio del orden público fue puesto a exhibición pública en la plaza mayor en una pica a manera de escarmiento general.

Se sabe por testigos presenciales que Cerna nunca dio tal orden[16], siendo un acto arbitrario por parte del Comandante en Jefe del Ejército.

De cualquier modo, el costo político recayó en el Pdte. Cerna, lo que en definitiva selló la suerte del régimen conservador.


Se inicia la represión política.  


De forma simultánea a los sucesos ocurridos en la hacienda de Palencia, de inmediato se ordenó la detención de los diputados liberales de la Asamblea Legislativa, por haber participado en un intento por levantar la suspensión de las garantías constitucionales.

En el acto fueron encarcelados Manuel Larrave y José María Samayoa en el fuerte de San José de Buenavista.

El tercero, García-Granados, se exilió en la legación británica, ayudado por el excandidato liberal Zavala y Córdoba; para luego partir a Nueva Orleans donde gestionaría la compra de armamento para una futura insurrección armada.

Algún tiempo después marchó a México para así reunirse con el último líder faccioso vivo, Barrios Auyón, con quien seguramente ya tenía algún tipo de comunicación de carácter político.

Todo indicaba que, con la derrota de la facción de los Cruces, el régimen de Cerna —una vez pacificado el país— podría emprender de nuevo el lento proyecto de transición económica dirigido por el presidente.

No obstante, las «antiguas instituciones» conservadoras se caían a pedazos en los países vecinos —particularmente en El Salvador y Honduras—.

Ni Cerna ni sus allegados podían hacer algo al respecto, no solo porque la figura de Rafael Carrera estaba fuera del cuadrilátero, por lo que su política exterior ya no era tolerada fuera de sus fronteras; sino porque el gobierno conservador estaba más ocupado con los facciosos más exaltados en tierras del Occidente guatemalteco.

Mientras tanto en sus proclamas García-Granados, ya como líder político del movimiento reformador, atacaba al gobierno de Cerna como un «gobernante tiránico y continuista de la dictadura perpetua de Carrera.»

En sus discursos, el viejo liberal trataba exclusivamente aspectos como los nocivos privilegios que el sistema de los estancos[17].

Esta especie de compañías nacionales habían minado la libertad económica para producir y comerciar cualquier producto sujeto a la normativa.

La libre iniciativa de los emprendedores de aquellos lejanos días estaba ahogada bajo pesados y anacrónicos controles fiscales, factores que impedían el verdadero crecimiento económico.

Para atraer seguidores, una de las primeras medidas políticas en la región de Los Altos a la causa reformadora[18], fue la revocación de los decretos concernientes tanto a los estancos de aguardiente como del tabaco, así como la libre importación de licores y productos tabacaleros del extranjero.   

El escenario del exterior y victoria de los reformistas.


La aparente ayuda del gobierno mexicano[19] —tanto en recursos monetarios como en logística— a favor del movimiento reformador, permitió a los liberales ganar plazas en todas las poblaciones importantes de tierra fría y la boca costa durante la veloz guerra de 1870 y 1871.

Sin embargo, luego de la ocupación de la ciudad de Quezaltenango a finales de mayo del 1871, el anticlericalismo de antaño salió a relucir con en la expulsión de los jesuitas radicados en la región.

Atrincherado detrás de las publicaciones del diario oficial, y solamente respaldado de forma endeble por la élite capitalina, el poder de Cerna se vio cercado por la facción reformadora en dos frentes.

El primero se concretó luego de la proclama en Patzicía a principios de junio de 1871, donde los liberales formaron un gobierno provisorio al mando de Miguel García-Granados como presidente de la República y a Justo Rufino Barrios como Comandante de Armas de Occidente.

En la misma acta desconocían al gobierno del Mscl. Cerna, quien a su vez vio abrirse el nuevo frente opositor desde la frontera salvadoreña, donde la revuelta armada era conducida por el brigadier Gregorio Solares.

Este militar antigüeño, quien fue Comandante de Armas en la plaza capitalina, se enemistó con Cerna luego de las elecciones, por lo que contacto a los futuros reformadores para organizar el nuevo gobierno, encargándose Solares de la columna proveniente de Jutiapa.

Dentro de los errores tácticos y estratégicos cometidos por el gobierno de Vicente Cerna fue haber subestimado el factor tecnológico en el nuevo armamento disponible en el mercado.

La guerra civil en los Estados Unidos fue un laboratorio de experimentación en muchos campos científicos, particularmente en la balística, ingeniería naval y demás disciplinas armamentistas.

Los nuevos armamentos con mecanismos percutores de repetición batieron al obsoleto mosquete de chispa de las guerras anteriores, por lo que este fue el factor que más influyó en las acciones bélicas.

La razón era que los rebeldes adquirieron armamento americano de fusilería Winchester y Remington que respondían al sistema antes comentado.

Incluso cuando el Ejército Nacional pudo contar con armamento similar, con el Mscl. Cerna a la cabeza de la expedición, fueron derrotados en la batalla de San Lucas a finales de junio del mismo año.

Al conocerse la noticia, el gobierno conservador finalmente colapsó, partiendo en desbandada tanto Cerna, como sus oficiales y ministros hacia el exilio.

Solo por la justa intervención del mariscal Zavala y Córdoba, las milicias de desarrapados e inquietos guerrilleros al mando de García-Granados y Barrios no entraron a la capital.

Con esto se evitaron repetir los episodios de excesos cometidos por las tropas victoriosas contra la vida y propiedades de los capitalinos, fenómenos tan comunes en épocas pasadas.

Para fines de 1871, el liberalismo político quedaba impuesto desde México hasta Costa Rica[20] dejando de lado las luchas antagónicas entre facciones políticas divergentes.

Con esto, dio paso al consenso político que finalmente amalgamó ambas corrientes ideológicas dentro de la premisa generalizada del orden y progreso material para las naciones.

Si bien, buena parte del legado de Capt. Gral. Rafael Carrera y el antiguo régimen conservador —en teoría, afín a la tradición institucional hispánica— fue desapareciendo paulatinamente; los valores culturales que defendió este movimiento político y social permanecieron hasta cierto punto, quedaron vigentes hasta el día de hoy.

Sin embargo, la existencia de un conservadurismo sui generis dependía en gran media de que tan subordinado estuviera a los nuevos estatutos positivistas adoptados por los liberales. 


Referencias

Burgess, Paul. Justo Rufino Barrios - A biography. 1ª. Editado por Editorial Universitaria de Guatemala. Traducido por Ricardo Letona-Estrada. Vol. [edición en español]. Philadelphia (trad. San José - Costa Rica): (EDUCA), Editorial Universitaria Centroamericana, 1926 (trad. 1972).
Lainfiesta, Francisco. Mis memorias. Cd. de Guatª., Guatemala: Académia de Geografía e Historia de Guatemala, 1986.
Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea de Guatemala. 3ª. Edición. cd.de Guatª: Fondo de Cultura Económico, 1998.
Sabino, Carlos. Los senderos de la libertad. 1ª. Edición. Editado por Anton A. Toursinov. Cd. de México, Distrito Federal: Red Liberal de América latina & Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, 2015.
Woodward Jr., Ralph Lee. Rafael Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. 2ª. Traducido por Jorge Skinner-Klee. ciudad de Guatemala, Guatemala: Biblioteca Básica de Historia de Gautemala. Serviprensa Centroamericana, 2011.







[1] (Woodward Jr. 2011, 448)
[2] Sin contar con las agitaciones y levantamientos armados de 1842, 1848-1851, 1855-1858 y 1861. 
[3] Suscitada por el supuesto asesinato del presidente hondureño Santos Guardiola, aliado de Carrera; el anticlericalismo del presidente salvadoreño Gerardo Barrios, así como los insultos de la prensa sansalvadoreña al presidente de Guatemala.
[4] Múltiples conflictos en territorio americano dentro de la dicotomía ideológica entre liberales y conservadores (como el catastrófico episodio de la guerra de la Triple Alianza en el lejano Paraguay), pero los que más repercusión tuvieron para Guatemala y C.A. en general fueron las guerras de la Reforma y la segunda intervención francesa en México, así como la guerra de Secesión entre unionistas y confederados americanos. 
[5] Reinstaurada algunos años antes de morir Carrera.
[6] (Woodward Jr. 2011, 494,495)
[7] Ibidem.
[8] Entre estos estudiantes estaban dos futuros dictadores centroamericanos: Marco Aurelio Soto, hondureño y Justo Rufino Barrios, oriundo del corregimiento de Quezaltenango.
[9] Su foco de actividad era la ciudad de Panamá.
[10] El vocero principal de esta ferviente actividad literaria y política fue uno de los padres de la Reforma liberal, Lorenzo Montufar y Rivera.
[11] Idem, p. 498.
[12] Durante el período de Cerna hubo una reorganización de la administración territorial, donde los antiguos corregimientos, que correspondían con mucha aproximación a la dejada por la colonia, en nuevas unidades territoriales, muchas de las cuales han llegado a la actualidad.
[13] Es personaje, quien la tradición oral le llamó Tata Lapo, fue uno de los únicos cuatro mariscales de campo de la época, Junto con José Víctor Zavala, Gregorio Solares y el mismo presidente Cerna. En su momento tuvo diferencias con el capitán general Carrera en tiempos de la campaña contra el general Barrios en El Salvador. Su hoja de vida lo ponen en evidencia como un hombre pragmático, pues navego entre el movimiento de los cachurecos, los Lucios así como las guerrillas liberales en los últimos años del régimen conservador.
[14] Aunque siempre mostraron una capacidad de movilización formidable para actuar en teatros de operaciones tanto en el Norte como el Occidente del país.
[15] Barrios nunca termino la carrera de abogado por salir huyendo de la capital tras un problema de faldas.
[16] Así lo menciona Francisco Lainfiesta, un escritor y político liberal convencido.
[17] Hubo variedad de productos estancados como el aguardiente, el tabaco, la pólvora, la chicha e incluso los naipes.
[18] Este fue el adjetivo que usaron para si los revolucionarios liberales a finales del siglo XIX.
[19] Con todo, los buenos oficios de las autoridades mexicanas no estuvieron exentas de maniobras marrulleras, que posteriormente fueron la punta de lanza para zanjar de una vez por todas el diferendo de límites con Guatemala.
[20] Exceptuando el caso paradigmático de Nicaragua donde lograron mantenerse los conservadores hasta 1893.