Últimos años del presidente vitalicio, «el caudillo adorado por los pueblos».
Rafael Carrera (c.1854) fue el arquetipo de caudillo hispanoamericano, referente de una época en que la ley, el orden público y la estabilidad regional se impusieron con la fuerza de las armas.
En los últimos años de que podría llamarse «pax Carreriana», el régimen político dominante en Guatemala
puede sintetizarse con la siguiente paráfrasis: «un sistema inspirado en el espíritu de conservación, que mantiene la
confianza, la paz y el orden pública.[1]»
Si bien dicho sistema de gobierno logró neutralizar los descalabros y
agitaciones políticas de una forma más o menos efectiva entre 1839 y 1870; a
causa de los continuos apuros financieros
incurridos por el Estado, el conservadurismo chapín se vio atado de manos para
darle continuidad a los principios, en particular los materiales y culturales, que
sus líderes aspiraban.
Para contener los trastornos
internos y externos que amenazaban su existencia, el gobierno de «La Corte»
se vio abrumado por los desembolsos de la tesorería[2].
De otra forma, los fondos destinados hacia otras prioridades nacionales, como la infraestructura y la
educación, habrían cumplido su cometido sin
quedar a medias, como efectivamente pasó.
La obra necesaria para emprender un
despegue económico, demandada por los liberales más inquietos, así como el pronto reacomodo de las fuerzas más
tradicionalistas —o reaccionarias, si se les quiere ver— tuvo un costo social y político significativo a
largo plazo.
Mapa topográfico y croquis descriptivos de la Primera República de Guatemala (durante el régimen conservador o «de los 30 años»). Aquí se muestra la división política y limites aproximados, aunque no ratificados, con sus vecinos. También se ilustran datos de referencia para extranjeros como la configuración orográfica y urbana de los hitos importantes.
Sin embargo, de acuerdo al contexto que les tocó vivir a sus dirigentes, la
prioridad por aliviar los ánimos
populares mediante la sujeción
social por parte de la Iglesia católica y los pocos grupos de religiosos
que tuvieron a bien regresar a Guatemala en esos años, se justificó con la paz y tranquilidad suficientes para
llevar, en mayor o menos medida, una vida
civilizada.
El lento crecimiento económico y
su reflejo en el ornato —no solo
urbano sino también de infraestructura vial—, indispensable para el flujo constante de mercaderías y capitales;
iba a una velocidad distinta respecto al marea de los cambios tecnológicos, sociales y económicos del mundo occidental a
principios de la segunda mitad del siglo XIX.
Plantación nopalera, posiblemente localizada al sur de la Antigua Guatemala hacia 1875. Era una actividad económica que requería pocas manos y poca extensión de tierra.
Grabado novohispano de finales del siglo XVIII, donde se muestra el cultivo y proceso de la grana o cochinilla de la nopalera. La cría del insecto servia para elaborar el tinte natural color rojo carmesí.
El flujo mercantil de Guatemala con el exterior aumentó durante los años finales del conservadurismo (1856-1871)
por medio de las casas comerciantes
provenientes de los EE. UU., así como los
intereses económicos que los capitales americanos dispusieron en otros
países como Costa Rica, Nicaragua.
Por la volátil coyuntura política
con sus vecinos (México, Honduras y en particular con El Salvador) los
niveles de intercambio comercial fluctuaron de acuerdo a la buena disposición
de los gobernantes frente al Carrerismo.
La navegación comercial con la
América del Sur —por la vía del océano Pacifico— prontamente también fue sustituyendo la presencia británica en la región,
cuya factoría principal era la otra cosa de las Verapaces, mejor conocida como
Belice.
Puente de Amatitlán (mejor conocido como «La Gloria») hacia 1850. La rehabilitación de las rutas comerciales con el Atlántico y Pacífico desde las zonas nopaleras, fue fundamental para la inserción de Guatemala en el mercado mundial; en el contexto del modelo primario exportador.
Muelle de la villa de Istapa(sic) en la costa escuintleca. Por siglos Iztapa fue el único puerto comercial en suelo guatemalteco en la costa sur, hasta que el trafico marítimo del Pacifico se intensificó a mediados del siglo XIX. Después de 1868 se habilitaron muelles en la aldea «El Zapote» (hoy Puerto San José) y en la finca de la compañía maderera Champer & C°. (hoy Champerico).
En este particular tuvo un efecto significativo que los colombianos abrieran en 1855 la primera vía ferroviaria
transoceánica en su provincia istmeña de Panamá.
No obstante respecto a la cuestión de Belice, la diplomacia guatemalteca cometió
un error garrafal —aunque de buena fe— al
ratificar el tratado Wyke-Aycinena de 1859 frente a gobierno de Su Majestad
Británica.
Dicho acuerdo dejaba de lado el
reclamo territorial, por parte del gobierno guatemalteco, toda la orilla septentrional del río Sarstún.
A cambio de renunciar al territorio reclamado, los británicos se comprometieron, no solo, a realizar los estudios cartográficos e
ingenieriles para la apertura de una carretera formal entre la ciudad
capital de Guatemala y su costa caribeña en Izabal.
Fotografía hecha por Eadweard Muybridge en 1875 de la 6ª. Calle Sur topando con las gradas del Calvario viejo (hoy en día, la estación «El Amate» del Transmetro) en la Nueva Guatemala de la Asunción. Sobre la 18ª. Calle Poniente se ven varias carretas de bueyes donde se transportaba la cochinilla a granel.
Vista panorámica con rumbo Norte, hecha por el artista belga-guatemalteco Augusto de Succa (c.1870) de la entrada a la ciudad capital viniendo desde el camino del Sur (hoy avenidas «Bolívar» y «Santa Cecilia»). Se muestran diversos hitos urbanos hoy desaparecidos (como el antiguo cementerio y hospital de San Juan de Dios, la pila publica del Calvario y las cajas del acueducto de Pinula) y algunos que lograron perdurar al paso de los años (como las iglesias parroquiales de la Recolección, San Francisco, Catedral y el castillo de «San José de Buenavista»).
Siempre del pintor de Succa, otra vista panorámica de la ciudad de Guatemala; solo que desde la ermita del cerro del Carmen viendo hacia el Sur. Aqui se aprecian mejor el perfil urbano de la hoy desaparecida ciudad colonial. Templos como Santa Clara y edificios como el Teatro de Carrera (hoy parque Colón) eran símbolos emblemáticos de la vida urbana de la meseta central guatemalteca, por solo mencionar los que ya no existen.
La independencia de Nicaragua, Costa Rica y de alguna forma las demás naciones centroamericanas se
deben al altruismo del régimen conservador de Guatemala.
Grabados que aparecían en los periódicos americanos y europeos (Harper´s Magazine y The Illustrated London News) de la época (mediados del siglo XIX). En ellos se ilustraban los vaivenes de guerra entre el Ejercito Aliado Centroamericano contra los filibusteros en Nicaragua y Costa Rica entre 1855 y 1857.
Pintura idealizada del ataque a la ciudad de Granada por el entonces Coronel de Caballería, José Víctor Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córboba (1815-1886). El Cnel. Víctor Zavala fue el único jefe sobreviviente de la expedición militar guatemalteca en Nicaragua durante la guerra nacional centroamericana (1855-1857).
Por otra parte, el objetivo de dicha concesión era asegurar el comercio inglés desde el Atlántico que venía perdiendo su cuota de mercado en Centro-América
por el dinámico flujo a lo largo de la costa meridional de Guatemala.
Aun con la breve, pero fulminante y álgida campaña militar contra El
Salvador y Honduras en 1863[3], el gobierno de Guatemala logró
mantener —mediante su diplomacia— la
influencia política en los demás gobiernos centroamericanos dentro del encuadramiento conservador hasta la
muerte del caudillo de la Montaña.
Para entonces el positivismo
filosófico venía ganando adeptos entre los
jóvenes e intelectuales herencia y espíritu liberal de todo el continente
durante esos años de agitación política en todo el hemisferio occidental[4].
El inicio de la transición
A principios de abril de 1865 falleció el Capt. Gral. Carrera Turcios —con
el mando de presidente vitalicio desde 1853—. En su testamento el poder
sucesorio quedo en manos del mariscal de
campo Vicente Cerna y Cerna.
La razón de esto quizás radicó en el largo
historial de servicios como jefe
político y militar del corregimiento de Chiquimula, así como en su efectiva participación militar en diversas
campañas a lo largo y ancho del istmo centroamericano.
Sin embargo, Cerna no tuvo prisa para presentarse de inmediato a ocupar la
presidencia. Mientras tanto el mando provisorio del poder ejecutivo quedó en
manos de entonces ministro de Relaciones Exteriores Pedro de Aycinena y Piñol.
La historiografía guatemalteca ha sido terriblemente
visceral y parcial con la figura del ultimo gobernante conservador en
Guatemala, achacándole cuantos defectos pueda
encontrarse en la naturaleza humana.
Si bien la reputación política de Cerna como gobernante firme, derecho, autoritario
y profundamente creyente lo alineada al sistema conservador, su criterio en materia económica lo
conducía por el rumbo contrario.
Aunque haya pocas referencias, la labor de Cerna por el fomento de la economía agroexportadora de su región de origen lo
colocaba ideológicamente más en concordancia con los principios del liberalismo clásico.
Esta dicotomía, conservadurismo
político combinado con el liberalismo económico fue su carta de
presentación al momento de tomar posesión de la oficina presidencial; por tanto,
podría decirse —sin miedo a la equivocación— que el Pdte. y Mscl. de Campo
Vicente Cerna fue un político ideológicamente
moderado.
Una vez en el poder, el cambio de mentalidad por parte del ejecutivo se
pudo rápidamente de manifiesto.
Por mucho tiempo el gobierno protegió, en mayor o menor medida, los intereses comunitarios indígenas,
principalmente por el tema de la tenencia de tierra y de sus derechos
ancestrales de autogestión.
Al asumir Cerna la presidencia, esta iniciativa quedo relegada a un segundo
plano, al declarar públicamente sus simpatías
hacia el incipiente sector productivo del café.
Fue durante esa época cuando empezó
la enajenación de las primeras tierras comunales indígenas que favorecía el
crecimiento de la prometedora actividad caficultora[6] en Guatemala.
Aunque en sus discursos frente a la Asamblea Legislativa reiteraba su
adhesión a los principios conservadores de «mantener
las antiguas instituciones, el orden, la paz y el engrandecimiento de la
República»; en política interior Cerna dio
inicio, he hecho y de derecho, con
la transición política hacia el liberalismo.
El desarrollo de la agricultura
extensiva, el comercio internacional,
la industria —pujante pero
artesanal— y las artes por medio de
la atracción de capital extranjero
trajo tras de sí esperanzas en muchos que que veían las acciones del gobierno como
un preámbulo a la apertura política.
Sin llegar a concretarse de forma efectiva, las aspiraciones del gobierno
conservador quedaron plasmadas en los
decretos concernientes a la profesionalización académica para los militares
y la promoción más ambiciosa de la
educación pública.
Hasta estos días, por disposiciones anteriores, la actividad pedagogía
estaba casi por completo en manos de
miembros del clero católico[7]; aunque esta última afirmación no deja de ser una verdad a medias pues la existencia de escuelas particulares
dejaba algún margen a la iniciativa
privada.
Un hecho por demás documentado, radicó en el interés y esfuerzo personal
del presidente Cerna por promover la
construcción y mantenimiento de una red vial por medio de caminos carreteros.
La idea era interconectar todos los corregimientos susceptibles a modelo primario
exportador, de tal forma que tuvieran
acceso a los puertos marítimos, y así facilitar la salida del producto
nacional hacia los mercados externos.
El aperturismo incita a los exaltados en el exterior.
No obstante, al aparente continuismo
de la política conservadora durante el régimen de Cerna, el debate político renació en las
tertulias, los salones de diversión, en las sesiones del pleno en la Asamblea
Legislativa y las aulas de la Pontificia Universidad de San Carlos.
En los pasillos de esta última, el estudiantado más febril y progresista
estaba liderado por el veterano Miguel García-Granados
y Zavala, donde las ideas del racionalismo positivista fortalecieron el
antiguo espíritu liberal en Guatemala[8].
De forma simultánea, los exiliados guatemaltecos
residentes en Costa Rica y Colombia[9] reanudaron sus esfuerzos por
continuar la lucha mediática contra un régimen que veían
como decrepito y medievalista[10].
En todo caso, la flexibilización de
autoritarismo se vio reflejado tanto en las discusiones de la Asamblea Legislativa como en el mismo órgano informativo del gobierno, la Gaceta Oficial de Guatemala como en el
surgimiento de múltiples periódicos que trataban temas de diversa índole.
Cambio de paradigma económico.
Durante la gestión del Mscl. Cerna se dio paso también a una nueva ley de extranjería cuyo objetivo
era disminuir la actitud de xenofobia
de los tiempos de Carrera.
Ya con un mejor conocimiento de cómo crear riqueza para las naciones, se principio
a estimular la inmigración mediante
concesiones controladas a inversores del exterior.
Los mecanismos de estímulo eran novedosos para la época: reducción tributaria de sus géneros de
importación, exoneración plena de
servicio militar, así como oferta de
tierras baldías —fuera de las tierras comunales— a cuanto inmigrante deseara
instalarse.
Se pretendía la atracción de familias
completas, equipos de profesionales
en actividades agroindustriales, quedando
libres de impuestos las actividades de
producción interna por periodos de hasta diez años[11].
La medida se fomentaba principalmente en naciones europeas de extracto católico, como Bélgica, Italia,
Francia y España.
Una forma de estímulo económico en regiones sin desarrollo fue regresar al
modelo liberal de los contratos
concesionarios, aunque evitando las anodinas medidas del pasado.
El área afecta a la política de concesiones se desarrolló, nuevamente, en la
costa atlántica del nuevo corregimiento
de Izabal[12] donde se extendieron permisos, tanto a expatriados residentes para extraer maderas preciosas como
emprendedores locales que iniciaban en aquellos años otra actividad económica
de importancia para el futuro: la
explotación del caucho o hule.
En estos ramos, tanto el Consulado de Comercio como la Sociedad Económica
tuvieron un papel protagónico en la
realización de los estudios y las gestiones de Estado frente a los
particulares.
Aun cuando el panorama era estimulante y prometedor, con las condiciones macroeconomías relativamente positivas respeto al futuro, el clima político se enrareció a los pocos años de la muerte de Carrera.
Uno de los subalternos de Carrera en el Ejército Nacional era el mariscal
de campo Serapio Cruz[13]. Este empresario y militar jalapaneco tenía fuertes ambiciones políticas desde, incluso, antes de la muerte del
caudillo de la Montaña.
Dada la desconfianza que Carrera le tomó, al morir no tomó en consideración a Cruz en la sucesión presidencial.
Por eso desde 1867, el Mscl. de
Campo Cruz junto con sus hermanos —Vicente y Francisco— se levantaron en armas contra el gobierno de Cerna en la siempre
volátil «Montaña» del Oriente guatemalteco[14].
No obstante, a este intento los crucistas fracasaron en su intentona, por
lo que se refugiaron en Chiapas y El Salvador, después de una dura represión en
las regiones alzadas.
Después de este fiasco, la mayor parte de los rebeldes fueron pasados por el pelotón de fusilamiento o encarcelados en las mazmorras del castillo
de San Felipe de Lara en las insalubres costas del Atlántico guatemalteco.
Entre los pocos guerrilleros que sobrevivieron en territorio mexicano estaba
un joven finquero de nombre Justo Rufino
Barrios Auyón.
Este inquieto sanmarquense era notario público[15] de profesión, pero se distinguió por ser uno de los pioneros en la actividad caficultora en la región de
Occidente.
Tras la caída de la monarquía de Maximiliano I de México, Barrios Auyón
buscó apoyo de la cabeza del liberalismo mexicano, el presidente y abogado Benito Pablo Juárez García.
Los comicios generales de 1869
Terminando la década de los años sesenta del siglo XIX, fueron convocadas
las elecciones presidenciales, por lo que las sesiones del consejo de Estado y
la asamblea de diputados estaba fuertemente
dividida entre dos facciones.
Por un lado, muchos miembros del
poder económico y político de la época no deseaban cambios sociales
demasiado abruptos que pusieran en entredicho su posición, siguieron siendo partidarios del candidato oficial, es decir el
mismo presidente Cerna.
Otros, quienes deseaban afianzar el
rumbo transitorio hacia el liberalismo económico, veían con simpatía a otro
veterano de guerra como el candidato perfecto.
El Mariscal de Campo José Víctor
Ramón Valentín de las Animas Zavala y Córdoba era miembro de las llamadas
«familias de sangre».
No obstante, a su origen digamos «aristocrático», era un hombre de ideas
progresistas; pues era excepcionalmente culto, refinado, viajero y conocedor de
mundo.
Agregado a sus cualidades sociales, culturales e intelectuales, era un
carismático militar de carrera que tenía sobre si la reputación de considerarse
como héroe de guerra.
Fue de los pocos oficiales que sobrevivieron a la devastadora Guerra Nacional Centroamericana (1855-1857),
por lo que para principios de 1870 gozaba de una amplio respeto y
consideración por parte de las élites,
los estudiantes, así como en los sectores medios de la población urbana.
Aunque de posiciones políticas moderadas, Zavala y Córdoba apoyaba las ideas del progreso económico.
Con todo el apoyo que tenía Zavala y Córdoba para ganar las elecciones, el sistema indirecto le otorgó al
presidente Cerna la victoria por medio
de la Asamblea Legislativa con un amplio margen.
La indignación de los
partidarios zavalistas provocó la furia de los diputados más radicales, Miguel
García Granados y Marcos Dardón pues se reusaron a ratificar el acta de
sesiones.
El viejo García Granados contaba con la simpatía de liberales sancarlistas que,
en los siguientes días tras los comicios, se manifestaron en las calles de la
ciudad capital; manifestando su rechazo a los resultados que desde entonces se
consideraron como fraude electoral.
Los ánimos se caldearon al punto que cuando la autoridad buscó restaurar el
orden y la seguridad públicas se dio, entre la trifulca, muerte a un joven de la
prominente familia de los Rubios.
Entre la confusión también se dieron numerosas detenciones de partidarios
del candidato perdedor.
Aunque en las formas la elección siguió
los procesamientos prescritos, por el solo hecho de ser el mismo presidente candidato oficial,
el fondo del asunto dejó un mal
sabor de boca para aquellos que cuestionaron los resultados.
En consecuencia, la legitimidad del
régimen pendió de un hilo desde
entonces.
Se alza de nuevo la Montaña.
El ambiente tenso en la capital se complicó por las noticias de invasión desde Chiapas.
De nuevo los facciosos de Serapio Cruz, ahora con Rufino Barrios como
lugarteniente, hicieron la incursión en la región de Huehuetenango y
Totonicapán.
Estos guerrilleros intentaron aprovechar el malestar generalizado tanto entre
indígenas, sujetos a que sus tierras comunales fueran expropiadas; como de ladinos
pobres de la región que resentían la existencia
del estanco de aguardiente, que les impedía destilar y comercializar dicho
producto en forma individual.
Junto engrosaron las filas de las fuerzas crucistas en una guerra de
guerrillas que de nuevo intentaba sacar a los conservadores del poder.
Aun siendo liberales, Barrios como Cruz, se cuidaron de emitir en sus manifiestos alusión alguna al anticlericalismo
característico de sus viejos correligionarios; dando más énfasis a proclamas de carácter económica como social,
atacando sobre todo los estancos —o monopolios estatales— a todo género.
Las libertades políticas, ampliamente
difundidas desde la muerte de Carrera en el trascurso de 1869 y 1870 quedaron nuevamente relegadas a la
discreción de las autoridades.
Por su amplia mayoría en el Consejo de Estado, los más conservadores dominaron el apartado de orden policial; con
el solo fin de restaurar el orden y la paz en la República.
No obstante, en las acciones militares contra los partidarios del Mscl.
Cruz —quienes se referían a su
líder como «Tata
Lapo»— hubo sangrientos actos que recordaban
las peores carnicerías de los turbios de la extinta y lejana federación
centroamericana.
El ejemplo más característico de estos excesos se dio en el combate cercano a la hacienda de Palencia,
a escasas dos jornadas de distancia al nororiente de la ciudad capital.
En el mismo el Mscl. Cruz y sus tropas, fueron sorprendido por el
contingente dirigido por el brigadier Jose
Antonino Solares Monterroso, Comandante en Jefe del Ejército Nacional, a
quien sus soldados conocían como «Tata
Tonino».
En un acto de barbarie, propio de los años de anarquía generalizada, el Brig.
Solares Monterroso cercenó la cabeza al
cuerpo del caudillo muerto cual sí fuera un trofeo de guerra.
Transportada hasta a la ciudad capital, el tétrico testimonio del orden
público fue puesto a exhibición pública en
la plaza mayor en una pica a manera de escarmiento general.
Se sabe por testigos presenciales que Cerna
nunca dio tal orden[16], siendo un acto arbitrario por parte del Comandante en Jefe del Ejército.
De cualquier modo, el costo político
recayó en el Pdte. Cerna, lo que en definitiva selló la suerte del régimen conservador.
Se inicia la represión política.
De forma simultánea a los sucesos ocurridos en la hacienda de Palencia, de inmediato
se ordenó la detención de los diputados
liberales de la Asamblea Legislativa, por haber participado en un intento
por levantar la suspensión de las garantías constitucionales.
En el acto fueron encarcelados Manuel Larrave y José María Samayoa en el fuerte de San José de Buenavista.
El tercero, García-Granados, se exilió en la legación británica, ayudado
por el excandidato liberal Zavala y Córdoba; para luego partir a Nueva Orleans donde gestionaría la compra de armamento
para una futura insurrección armada.
Algún tiempo después marchó a México para así reunirse con el último líder faccioso vivo, Barrios Auyón,
con quien seguramente ya tenía algún tipo de comunicación de carácter político.
Todo indicaba que, con la derrota de
la facción de los Cruces, el régimen de Cerna —una vez pacificado el país— podría
emprender de nuevo el lento proyecto de transición económica dirigido por el
presidente.
No obstante, las «antiguas instituciones»
conservadoras se caían a pedazos en los países vecinos —particularmente en El
Salvador y Honduras—.
Ni Cerna ni sus allegados podían hacer algo al respecto, no solo porque la
figura de Rafael Carrera estaba fuera del cuadrilátero, por lo que su política exterior ya no era tolerada fuera
de sus fronteras; sino porque el gobierno conservador estaba más ocupado con los facciosos más exaltados en
tierras del Occidente guatemalteco.
Mientras tanto en sus proclamas García-Granados, ya como líder político del movimiento reformador,
atacaba al gobierno de Cerna como un «gobernante
tiránico y continuista de la dictadura perpetua de Carrera.»
En sus discursos, el viejo liberal trataba exclusivamente aspectos como los
nocivos privilegios que el sistema de los
estancos[17].
Esta especie de compañías nacionales
habían minado la libertad económica para producir y comerciar cualquier producto
sujeto a la normativa.
La libre iniciativa de los
emprendedores de aquellos lejanos días estaba ahogada bajo pesados y anacrónicos controles fiscales, factores que
impedían el verdadero crecimiento económico.
Para atraer seguidores, una de las primeras
medidas políticas en la región de Los Altos a la causa reformadora[18], fue la revocación de los decretos
concernientes tanto a los estancos de aguardiente como del tabaco, así como
la libre importación de licores y productos tabacaleros del extranjero.
El escenario del exterior y victoria de los reformistas.
La aparente ayuda del gobierno mexicano[19] —tanto en recursos monetarios como en
logística— a favor del movimiento reformador, permitió a los liberales ganar plazas en todas las poblaciones
importantes de tierra fría y la boca
costa durante la veloz guerra de 1870 y 1871.
Sin embargo, luego de la ocupación de la ciudad de Quezaltenango a finales
de mayo del 1871, el anticlericalismo de
antaño salió a relucir con en la expulsión de los jesuitas radicados en la región.
Atrincherado detrás de las publicaciones del diario oficial, y solamente
respaldado de forma endeble por la élite capitalina, el poder de Cerna se vio
cercado por la facción reformadora en dos frentes.
El primero se concretó luego de la proclama
en Patzicía a principios de junio de 1871, donde los liberales formaron un
gobierno provisorio al mando de Miguel García-Granados
como presidente de la República y a Justo Rufino Barrios como Comandante de Armas de Occidente.
En la misma acta desconocían al gobierno del Mscl. Cerna, quien a su vez
vio abrirse el nuevo frente opositor desde la frontera salvadoreña, donde la
revuelta armada era conducida por el brigadier
Gregorio Solares.
Este militar antigüeño, quien fue Comandante
de Armas en la plaza capitalina, se enemistó con Cerna luego de las
elecciones, por lo que contacto a los futuros reformadores para organizar el
nuevo gobierno, encargándose Solares de la columna proveniente de Jutiapa.
Dentro de los errores tácticos y estratégicos cometidos por el gobierno de
Vicente Cerna fue haber subestimado el
factor tecnológico en el nuevo armamento disponible en el mercado.
La guerra civil en los Estados Unidos fue un laboratorio de experimentación en muchos campos científicos, particularmente
en la balística, ingeniería naval y demás
disciplinas armamentistas.
Los nuevos armamentos con mecanismos percutores de repetición batieron al
obsoleto mosquete de chispa de las
guerras anteriores, por lo que este fue el factor que más influyó en las acciones bélicas.
La razón era que los rebeldes adquirieron armamento americano de fusilería Winchester y Remington que respondían
al sistema antes comentado.
Incluso cuando el Ejército Nacional pudo contar con armamento similar, con el
Mscl. Cerna a la cabeza de la expedición, fueron derrotados en la batalla de San Lucas a finales de
junio del mismo año.
Al conocerse la noticia, el gobierno
conservador finalmente colapsó, partiendo en desbandada tanto Cerna, como
sus oficiales y ministros hacia el exilio.
Solo por la justa intervención del
mariscal Zavala y Córdoba, las milicias de desarrapados e inquietos
guerrilleros al mando de García-Granados y Barrios no entraron a la capital.
Con esto se evitaron repetir los
episodios de excesos cometidos por
las tropas victoriosas contra la vida y propiedades de los capitalinos, fenómenos
tan comunes en épocas pasadas.
Para fines de 1871, el liberalismo político quedaba impuesto desde México hasta
Costa Rica[20] dejando de lado las luchas antagónicas entre facciones políticas divergentes.
Con esto, dio paso al consenso
político que finalmente amalgamó
ambas corrientes ideológicas dentro de la premisa generalizada del orden y
progreso material para las naciones.
Si bien, buena parte del legado de Capt. Gral. Rafael Carrera y el antiguo
régimen conservador —en teoría, afín a la tradición institucional hispánica—
fue desapareciendo paulatinamente; los
valores culturales que defendió este
movimiento político y social permanecieron hasta cierto punto, quedaron
vigentes hasta el día de hoy.
Sin embargo, la existencia de un conservadurismo sui generis dependía en gran media de que tan subordinado estuviera a los nuevos estatutos positivistas adoptados
por los liberales.
Referencias
Burgess, Paul.
Justo Rufino Barrios - A biography. 1ª. Editado por Editorial
Universitaria de Guatemala. Traducido por Ricardo Letona-Estrada. Vol.
[edición en español]. Philadelphia (trad. San José - Costa Rica): (EDUCA),
Editorial Universitaria Centroamericana, 1926 (trad. 1972).
Lainfiesta, Francisco. Mis
memorias. Cd. de Guatª., Guatemala: Académia de Geografía e Historia de
Guatemala, 1986.
Luján Muñoz, Jorge. Breve
historia contemporánea de Guatemala. 3ª. Edición. cd.de Guatª: Fondo de
Cultura Económico, 1998.
Sabino, Carlos. Los
senderos de la libertad. 1ª. Edición. Editado por Anton A. Toursinov. Cd.
de México, Distrito Federal: Red Liberal de América latina & Fundación
Friedrich Naumann para la Libertad, 2015.
Woodward Jr., Ralph Lee. Rafael
Carrera y la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. 2ª.
Traducido por Jorge Skinner-Klee. ciudad de Guatemala, Guatemala: Biblioteca
Básica de Historia de Gautemala. Serviprensa Centroamericana, 2011.
[1] (Woodward Jr.
2011, 448)
[2]
Sin contar con las agitaciones y levantamientos armados de 1842, 1848-1851,
1855-1858 y 1861.
[3]
Suscitada por el supuesto asesinato del presidente hondureño Santos Guardiola,
aliado de Carrera; el anticlericalismo del presidente salvadoreño Gerardo
Barrios, así como los insultos de la prensa sansalvadoreña al presidente de
Guatemala.
[4]
Múltiples conflictos en territorio americano dentro de la dicotomía ideológica
entre liberales y conservadores (como el catastrófico episodio de la guerra de
la Triple Alianza en el lejano Paraguay), pero los que más repercusión tuvieron
para Guatemala y C.A. en general fueron las guerras de la Reforma y la segunda
intervención francesa en México, así como la guerra de Secesión entre
unionistas y confederados americanos.
[5]
Reinstaurada algunos años antes de morir Carrera.
[6] (Woodward Jr.
2011, 494,495)
[7] Ibidem.
[8] Entre estos estudiantes estaban dos futuros
dictadores centroamericanos: Marco Aurelio Soto, hondureño y Justo Rufino
Barrios, oriundo del corregimiento de Quezaltenango.
[9] Su foco de actividad era
la ciudad de Panamá.
[10] El vocero principal de
esta ferviente actividad literaria y política fue uno de los padres de la
Reforma liberal, Lorenzo Montufar y Rivera.
[11] Idem, p. 498.
[12]
Durante el período de Cerna hubo una reorganización de la administración
territorial, donde los antiguos corregimientos, que correspondían con mucha
aproximación a la dejada por la colonia, en nuevas unidades territoriales,
muchas de las cuales han llegado a la actualidad.
[13]
Es personaje, quien la tradición oral le llamó Tata Lapo, fue uno de los únicos cuatro mariscales de campo de la época, Junto con
José Víctor Zavala, Gregorio Solares y el mismo presidente Cerna. En su momento tuvo diferencias con el capitán general Carrera en tiempos de
la campaña contra el general Barrios en El Salvador. Su hoja de vida lo ponen
en evidencia como un hombre pragmático, pues navego entre el movimiento de los
cachurecos, los Lucios así como las guerrillas liberales en los últimos años
del régimen conservador.
[14]
Aunque siempre mostraron una capacidad de movilización formidable para actuar
en teatros de operaciones tanto en el Norte como el Occidente del país.
[15] Barrios nunca termino la carrera de abogado por salir huyendo de la
capital tras un problema de faldas.
[16] Así lo menciona Francisco Lainfiesta, un escritor y político liberal
convencido.
[17]
Hubo variedad de productos estancados como el aguardiente, el tabaco, la
pólvora, la chicha e incluso los naipes.
[18] Este fue el adjetivo que usaron para si los revolucionarios liberales
a finales del siglo XIX.
[19] Con todo, los buenos oficios de las autoridades mexicanas no
estuvieron exentas de maniobras marrulleras, que posteriormente fueron la punta
de lanza para zanjar de una vez por todas el diferendo de límites con
Guatemala.
[20] Exceptuando el caso paradigmático de Nicaragua donde
lograron mantenerse los conservadores hasta 1893.
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