El caudillo adorado de los pueblos
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a figura de
Rafael Carrera emergió de la oscuridad en un momento social y político
determinante para el proyecto liberal en nuestro país. Nacido en la
jurisdicción parroquial del barrio de La Candelaria en la Nueva Guatemala el 24 de octubre de 1814. Desde muy joven tomó
parte en las luchas entre los Estados centroamericanos bajo el mando de jefes
militares formados al calor de las circunstancias[1]. Luego de su baja del Ejército Federal se
dedicó a diversas actividades económicas en la región suroriental del Estado de
Guatemala conocida como Mita o “la Montaña”, hasta que finalmente se establece
en la región boscosa de Mataquescuintla, donde finalmente hecho raíces como comerciante
y ganadero porcino.
Sin embargo, en la tercera década del siglo XIX, el liberalismo intentó
de forma autoritaria llevar a cabo el cambio de reglas para convivencia social y política desde
la Jefatura Política del Estado: particularmente respecto a la imposición del código de
Livingston[2]. Los efectos de este intento de reformas enajenaron a población del área rural para finalmente levantarse en
armas en el Oriente guatemalteco. Otros cambios abruptos fueron la prohibición
de enterramientos bajo las catacumbas de los templos[3];
el matrimonio civil como un contrato disoluble entre partes iguales[4],
contraviniendo los principios dogmáticos de fe presentes en las escrituras
judeocristianas así como el decreto de impuesto de capitalización, resabio del
antiguo tributo indígena[5].
Para terminar de agravar la situación, una terrible epidemia de cholera morbus[6]
entro por los puertos caribeños de Chiquimula, extendiéndose rápidamente por
toda Centroamérica. El Protomedicato, o tribunal sanitario, poco pudo hacer
para ayudar a las poblaciones afectadas, ya que ante los envíos de médicos de
la vacuna fueron infructuosos ante la ignorancia del clero secular y el
fanatismo de las poblaciones enardecidas, siendo en consecuencia asesinados con
las propias ampollas para inocular.
Demandas del caudillo de la Montaña
y fundación de la república.
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l período comprendido entre 1838 y 1841—con
excepción del año 1848—, se desarrolló, de forma espontánea, una especie de alianza
informal entre la élite conservadora y el alto mando de los «cachurecos», a
cuya cabeza figuraba el joven líder rebelde Rafael Carrera, comerciante convertido
en caudillo con tan solo veinticinco años de edad. Las peticiones al nuevo Jefe
de Estado, Mariano Rivera Paz, hechas por los curas doctrineros, pequeños
propietarios ladinos del Oriente guatemalteco, varias comunidades de indígenas,
así como de las familias más conservadoras fueron, en síntesis, las siguientes:
- Protección a la vida, El respeto a la propiedad —privada y colectiva—,
- Restitución de don Ramón Casaus y Torres como arzobispo metropolitano,
- Amnistía general para todos los exiliados políticos desde 1829,
- La abolición del Código de Livingston,
- El permiso para que los sacerdotes doctrineros (parroquiales) ejercieran judicatura dentro de sus comunidades,
- La anulación de las concesiones y ventas de tierras hechas a extranjeros por el gobierno de Gálvez y,
- El nombramiento como General en Jefe del Ejército para Rafael Carrera[7].
En consecuencia, a esto,
Rivera Paz derogó gran parte de las leyes[8] que provocaron la ira
de los grupos más ultraconservadores desde 1829. Quedo abolido el matrimonio
como contrato civil —y en consecuencia el derecho al divorcio—; se reinstauraron
tanto el fuero eclesiástico como los feriados[9]; ser reorganizó la
Academia de Ciencias y Artes bajo la antigua estructura de la Pontificia Universidad
de San Carlos de Guatemala; se proscribieron los libros «impíos, inmorales y obscenos» y en términos
generales, se restauraron en buena medida los privilegios que, hasta la
expulsión ordenada por Morazán, tuvo la
Iglesia Católica en Guatemala al recuperar su status quo de religión oficial.
Con el retorno relativo
de algunas instituciones hispánicas, el nuevo orden político distó mucho de ser
enteramente «monárquico y reaccionario[10]». Si bien la Asamblea
fue retenida por los conservadores más tradicionales —principalmente miembros del
Clero—, el mando del Consejo de Estado recayó en manos de políticos moderados y
las decisiones de última instancia quedaron directamente en las manos de joven
Carrera, quien contaba con sus fuerzas armadas. Figuradamente el caudillo de los «cachurecos» respondía a los intereses
de agricultores ladinos e indígenas, pero en la práctica ejerció el mando a
discreción.
Por aquel entonces, los
estados centroamericanos se gobernaban de manera totalmente autónoma frente a
un gobierno federal prácticamente inoperante. Guatemala se había separado
formalmente de la federación al caer el gobierno de Gálvez. No obstante, al
igual que los demás estados, se estipulaba tanto en su ley fundamental de 1839 como
en el acta constitutiva de 1851 la opción para reintegrarse nuevamente a la
«Patria Grande». Mas con todo, en 1844
el pacto federal era letra muerta, con lo que las gestiones para formalizar la
creación de una república, política y jurídicamente soberana e independiente empezaron
a concretarse.
Al ocupar en
1846 el puesto vacante de la silla arzobispal, el presbítero Francisco de Paula
García Peláez, finalmente se restauró el equilibrio entre la Iglesia y el
Estado, trastornado tras la expulsión de Casaus y Torres quince años atrás. Más con todo, el temor hacia los facciosos de
la Montaña de pronto se generalizó. Estallaron de nuevo conatos de insurrectos
en la región de Chiquimula, al no consumarse por parte de la Asamblea del
Estado los desembolsos exigidos por los líderes de la rebelión para así desbandar
a las milicias.
Finalmente, un regimiento
de facciosos cachurecos se puso en marcha hacia la capital con el propósito de
hacer cumplir estos compromisos pendientes. Después de una corta negociación se
logra un acuerdo entre el Jefe de Estado ―y liberal moderado― Rivera Paz y el
comandante de Mita, Carrera. El acuerdo se logró firmar en la villa de
Guadalupe, pueblo cercano a la Nueva Guatemala en su salida hacia el suroriente.
Entre los puntos acordados, se disolvió la Asamblea Legislativa, cuyas facultades
fueron transfieren al Consejo de Estado. En esta ocasión, la facción clerical
del conservadurismo fue apartada de los puestos públicos llenándose el gabinete
vacante con moderados de ambos bandos. Para compensar el papel de la Asamblea
Legislativa, el Consejo de Estado convocó a elecciones de la cámara de
diputados, recibiendo un representante por cada departamento del Estado[11].
Mientras se daban estos
eventos, desde Soconusco el expresidente federal Manuel José Arce intentó
cruzar el territorio guatemalteco para así llegar al antiguo distrito federal
en El Salvador. Aprovechando el vacío político dejado por Morazán organizó, de
nuevo, una invasión a Guatemala que contaba con fuerzas salvadoreñas y
hondureñas. Sin embargo, las tropas guatemaltecas lograron capturar a los
exiliados antes cruzar la frontera oriental. La movilización de tropas
guatemaltecas en la zona limítrofe fue considerada como amenaza inminente por
parte del presidente salvadoreño Francisco Malespín.
El caudillo salvadoreño,
que era conservador, quiso pretextar el incidente con Arce para iniciar una
guerra con Guatemala. Sin embargo, en lugar de entablar batalla alguna, las
partes se entrevistaron en la hacienda de Quesada, situada el distrito de Mita[12] para emprender
conversaciones y poner así fin a las hostilidades. Finalmente lograron un
acuerdo el 5 de agosto de 1844, entre el comandante en jefe del ejército
guatemalteco y el negociador salvadoreño, Jorge Viteri y Ungo ―obispo de San
Salvador―. El hecho en sí fue considerado como una victoria diplomática para
Carrera.
El
Ascenso de Carrera y la fundación de la Republica
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ras un recibimiento triunfal en la capital el día 9 de diciembre, el consejo
de Estado —dominado por los moderados— inviste a Rafael Carrera como presidente
del Estado, sustituyendo así a Rivera Paz. Este último es, a su vez, designado como Corregidor
del departamento de Guatemala[13]. No había pasado un
mes de la investidura a Carrera, cuando una facción de ultraconservadores
intentó dar un golpe de Estado, mientras se encontraba en la costa sur. La
reacción de sus lugartenientes —Vicente Cruz y el hermano mayor del presidente,
Sotero— logró sofocar el complot. Por aquel entonces este hecho marcó el
rompimiento momentáneo entre Carrera y el ala radical del conservadurismo, fortaleciéndose
en consecuencia su alianza con los moderados.
Tras del incidente en
Quesada, Guatemala disfrutó de una calma relativa en lo tocante a la
estabilidad política del gobierno de coalición presidido el joven teniente general
Carrera. Moderados de ambos bandos participaron de las decisiones de gabinete
más importantes; que bajó los auspicios del cónsul británico Frederick Chatfield,
diseñaron los lineamientos que permitieron fundar la República independiente en
1847.
Como primera
instancia, la elaboración para un acta constitutiva fue comisionada a Pedro
Molina, Alejandro Marure y Gregorio Urruela ―los tres representantes veteranos de
las facciones políticas de Guatemala―; con el objetivo de lograr un documento
abstracto y general en sus bases. No obstante, la elaboración de este proyecto
se prolongó por mucho tiempo. Finalmente, el día 18 de marzo Marure, el
moderado de la comisión, dirigió sus palabras ante el consejo de Estado[14] y demás
representantes de los principales cuerpos colegiados notificando finalmente la creación
de la nueva nación. La publicación oficial y formal se celebró dos días
después, con festejos y celebraciones litúrgicas en toda la ciudad, donde el
clero, la élite y el ejército pudieron reunirse sin más adversidades que la
euforia y algarabía del momento. El 20 de marzo de 1847 finalmente nace la República
de Guatemala, lo que le permitiría a Guatemala establecer relaciones
diplomáticas y comerciales con otras naciones.
Mas allá de la relevancia a esto eventos la violencia
en el Oriente persistió, donde grupos que alguna vez pertenecieron a los rebeldes
de la Montaña convirtieron el bandolerismo y el pillaje —efectos inmediatos de
las guerras civiles— en una forma de vida lucrativa. Carrera aun, en su calidad
de presidente —que siempre rehuyó aduciendo su falta de educación formal—, se
dedicó a reprimir una y otra vez los levantamientos armados contra el gobierno
al que representaba. Para compensar su ausencia, se valió de personajes mejor
ilustrados y preparados como lo fueron Manuel F. Pavón, Luis Batres, los hermanos
Matheu, José A. Azmitia, José Nájera y Mariano Rodríguez, entre otros —todos
conservadores moderados—; con el simple objetivo de administrar mejor el
gabinete en temas de comercio, gobernación, hacienda y relaciones exteriores.
La
crisis de 1848
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sta relativa calma duró hasta 1848. A causa de los temporales del año anterior
y demás desastres análogos en distintas regiones del Oriente, las cosechas ―tanto
de exportación como de consumo interno― sufrieron grandes pérdidas económicas. Estas
calamidades crearon un malestar permanente entre la población rural, que ya
sufría el alza de los precios, se sintió traicionada por Carrera. Estos
incidentes encendieron las llamas de una nueva rebelión, con la misma
intensidad con la que alguna vez comandó, con la diferencia que ahora las fuerzas
eran conducidas por otros caudillos locales. Para colmo de males, una nueva
crisis política se avecinaba debido a las crecientes discrepancias entre
liberales y conservadores frente al incumplimiento del Consulado de Comercio
—institución conservadora por excelencia— de brindar el mantenimiento y fomento
preventivo al sistema de rutas comerciales y la lentitud con la que se
realizaba el proyecto constitucional.
A causa el desorden imperante en Oriente,
así como las peleas internas dentro del gobierno de la capital, la paciencia
del teniente general Carrera finalmente llega a su límite. Acto seguido le presenta su renuncia como
Presidente a su lugarteniente Vicente Cruz, y ya quedando libre del cargo
máximo de la nación, marcha de nuevo hacia el Oriente. La anarquía reinaba en
estos parajes y los esfuerzos del Ejército[15]
por sofocar a los nuevos rebeldes cada vez se hacían más difíciles. El
descalabro de la región impidió que se llevaran a cabo las elecciones
legislativas, debido en buena parte a la asistencia logística y política que los
liberales más radicales ― muchos exiliados del otro lado de la frontera―
prestaban a los facciosos.
El vacío de poder
que Carrera dejó en la capital alarmó al Ayuntamiento, al punto que en una
misiva le exigían que volviera, razonando la desproporción que estaban tomando
las disputas que los liberales propiciaban en la Asamblea Nacional Constituyente.
Al mismo tiempo, el líder de la nueva rebelión, José Dolores Nufio, logró tomar
el control de casi todo el Corregimiento de Chiquimula, así como del puerto de
Izabal[16], preparándose para
un nuevo asalto a la ciudad de Guatemala. Los continuos fracasos por contener
la rebelión y la imposibilidad de encontrarle solución a los dilemas políticos
obligaron a Carrera a entregar su mando del ejército nacional el día 5 de
septiembre de 1848 partiendo rumbo a Chiapas. A partir de su salida da comienzo
el segundo período histórico dominado por los liberales.
Saliendo Carrera hacia
el exilio cundió el caos a diestra y siniestra en toda la República. Los sucesivos
gobernantes liberales que pasaron por el Consejo de Estado fueron incapaces
—dada sus perpetuas rivalidades personalistas— de hacer frente a la amenaza común
que todos los bandos tenían. Con las hordas de Dolores Nufio a las puertas de
la ciudad capital, encomiendan el mando al general Mariano Paredes —aliado de
Carrera— quien logró, con muchos sacrificios, continuar la lucha contra los grupos
subversivos. El 14 de septiembre, a la
vez que la Asamblea Constituyente ratifica la fundación de la República, también
decreta la proscripción del caudillo Carrera amenazando con represalias a
cualquier intento ciudadano de asistencia para que pudiera regresar al país. Este
acto fue lo que finalmente apartó a Carrera de cualquier entendimiento hacia
los liberales, lo que favoreció posteriormente un nuevo acercamiento con «las
familias notables» más conservadoras.
Al mismo tiempo que
estos hechos se consumaban, se llevó a cabo una tercera intentona por parte de
la élite altense en separarse de Guatemala —aprovechando el exilio de Carrera—.
Con apoyo del Estado de El Salvador y los líderes de la revuelta en Oriente, el
26 de agosto de 1848 los quezaltecos proclaman nuevamente el Estado de Los
Altos, aprovechando la ausencia de Carrera del país. El choque armado en San Andrés
Semetabaj el 21 de octubre entre las fuerzas altenses y guatemaltecas dan por
tierra la última derrota militar del sexto Estado.
Con el regreso de Carrera, el 24 de enero de 1849, se ponen
en fuga todos los miembros del gobierno provisional altense —por temor a una
nueva masacre de notables en la ciudad de Quezaltenango, tal y como sucedió en
1840 a manos de los carreristas—. El único miembro del gabinete que quedó es el
Comandante en Jefe, el español Antonio Guzmán; quien se puso fin a la
sublevación de Occidente al firmar la rendición el 8 de mayo de 1849.
El
triunfo de los conservadores
Al establecer la
alianza definitivamente con los conservadores, Carrera es ascendido a
Comandante en Jefe del Ejército y cogobernante junto con el general Paredes,
quien asciende a presidente de la República. Rápidamente dan inició la persecución
de liberales radicales, a quienes se encarcela o se expulsa del país. Con esta
misma línea de dureza política, poco falto para destruir por completo a la
facción de los Lucios[17]. La virulencia de
la campaña deja tan debilitados a los insurgentes, que los restos de sus
partidas armadas huyen a refugiarse en El Salvador y Honduras.
La reunificación de la República de Guatemala esta
consumada, pero el frágil equilibrio diplomático existente entre Guatemala y
sus belicosos vecinos —de nuevo dirigidos por los liberales—, finalmente se rompe
ante los señalamientos de ayuda a las facciones de la Montaña que buscaban
derrocar a Carrera. La presencia de refugiados liberales y montañeses pone
nuevamente a las tres naciones en pie de guerra a principios de 1851.
Dado el apoyo de los
británicos otorgaban al nuevo régimen conservador, los delegados de los tres
estados centrales ―El Salvador, Honduras y Nicaragua― se reúnen en Chinandega
tanto para hacer causa común contra la República de Guatemala, así como contra los
aliados ancestrales de los ingleses en la costa atlántica centroamericana: los
piratas misquitos. Aun cuando fracasó el intento de Francisco Barrundia, —exiliado
guatemalteco que fungía como representante diplomático de El Salvador— para sumar
a nicaragüenses y hondureños con el envío de tropas invasoras; la invasión a
Guatemala se llevó a cabo con el ejército salvadoreño, un buen número de
exiliados liberales y antiguos facciosos de la Montaña.
A finales de enero, gran parte del
departamento de Chiquimula se encontraba bajo ocupación militar aliada, pero el
día 2 de febrero el ejército nacional al mando de Carrera les cerró el paso
hacia la ciudad de Guatemala en los llanos de San José de la Arada, a menos de
150 km de la capital. Esta batalla fue una victoria casi perfecta para
Guatemala. Con pocas bajas del bando nacional, la captura de grandes cantidades
de pertrecho militar dejado por las tropas en desbandada y más de doscientos
prisioneros fue el saldo positivo para el caudillo Carrera. Esta victoria
militar permitió afirmar el poder del conservadurismo guatemalteco en los
siguientes veinte años. Desde entonces, Carrera se convirtió en la figura
política dominante en Centroamérica.
La
República conservadora
Tras la victoria sobre
el ejército aliado, finalmente se aprueba el texto constitucional en forma de acta
constitutiva el día 19 de octubre de 1851, siendo la constitución más breve de
la historia guatemalteca con tan solo diecisiete artículos. En la misma se definida
al Consejo de Estado como el órgano rector de la Nación, que ya venía
funcionando desde algunos años atrás.
El mismo obedecía a un sistema de naturaleza
corporativista donde ejercía un representante de cada una de las instituciones
colegiadas más importantes del país[18] con las que ―en
una sola cámara― se agrupaban los grupos de interés político, económico y
social para discutir sobre los asuntos de estado de la República. El
representante del ejército nacional era el comandante general, que en la práctica
era el mismo presidente de la República. A su vez, también contaba con una
cámara de representantes formada por cincuenta y cinco (55) diputados.
La posición de
oficialidad del catolicismo y su fuero eclesiástico no se incluían en el acta,
pero se dispuso legitimarle de acuerdo a lo dispuesto en el decreto del 5 de
diciembre de 1839 —cuando se expulsa a Gálvez y los liberales del poder— como
ley fundamental de la Nación, que complementaba dicha constitución. Tres días
después, Carrera es democráticamente electo como presidente de la República. A
pesar de este particular espíritu republicano —más al estilo de las antiguas
repúblicas aristocráticas[19] que de otras
naciones inspiradas en el modelo americano—, por disposición de una petición
conjunta entre el ayuntamiento y el ejército, en 1854 se reforma el artículo
concerniente al periodo de servicio en la presidencia, elevándolo al rango de presidente
vitalicio. Con este acto, el papel del consejo de Estado pasó a ser de mero
grupo asesor, pues Carrera ejerció desde entonces su dictadura de forma
absoluta, cual si fuera una monarquía de facto.
Poco tiempo después, el
10 de octubre de 1852, se firmó el concordato con Roma, donde la Iglesia
recuperó todo el poder real perdido desde finales de la Colonia; autorizando el
regreso de las órdenes monásticas expulsadas en 1829; especialmente los
jesuitas que tenían casi un siglo de ausencia de suelo guatemalteco. La
estabilidad institucional y jurídica, el relativo orden y los buenos años de
cosechas de la grana facilitaron el fortalecimiento de la económica nacional
durante la década del cuarenta del siglo XIX.
En el campo
internacional, al oponerse a la unión centroamericana bajo la bandera del liberalismo,
la República de Guatemala prestó importantes servicios al enviar una división
guatemalteca que comandara a los ejércitos aliados de Honduras, El Salvador, la
facción legitimista[20] de Nicaragua junto
con el ejército costarricense durante la guerra nacional centroamericana en
1856. Esta acción miliar buscaba terminar con la ocupación militar de los
filibusteros americanos al mando del aventurero William Walker. En este
conflicto murió el expresidente Mariano Paredes que fue sustituido por el joven
coronel José Víctor Zavala, quien se distinguió en la batalla de Granada.
Zavala fue quien finalmente recibió la capitulación del aventurero de Nashville
algunos años después.
Al año siguiente,
dentro del campo diplomático, se suscribió un acuerdo limítrofe entre el Reino
Unido de Gran Bretaña y la República de Guatemala que ponía fin a más de
treinta años de disputas sobre la soberanía territorial en Belice. A cambio de
la construcción de una vía de comunicación adecuada entre la ciudad de Guatemala
con la costa caribeña, Guatemala renunció al antiguo territorio atlántico de la
Verapaz. Sin embargo, el dicho acuerdo jamás fue cumplido por parte de los
británicos. Seis años después de estos hechos, se firma un tratado de paz y amistad
con el Reino de España en 1863 en el cual reconoció finalmente la independencia
de la nación centroamericana, reanudaron de esa forma las relaciones
diplomáticas.
La
sucesión de Carrera.
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arrera finalmente
murió el 14 de abril de 1864 a los cincuenta y un años de edad. El mando del consejo
de Estado de la República recayó en su lugarteniente Vicente Cerna, militar jalapaneco
quien se destacó en las luchas armadas durante la federación. En la primera
época del carrerismo fungió como corregidor del departamento de Chiquimula. Coincidiendo
con la muerte del caudillo el descubrimiento —algunos años antes— y
comercialización de los colorantes sintéticos puso la lucrativa actividad
agrícola de la grana en serias dificultades. En su precariedad, el agro
guatemalteco fue paulatinamente sustituyéndolo por el cultivo del café;
producto que ya tenía tiempo de estarse cosechando en buena parte de la región occidental
de la República. Dado el modo vacilante en como tomaba decisiones importantes y
la creciente influencia jesuítica en asuntos del gobierno, le creó enemistad
entre los funcionarios moderados del régimen.
Aun con la oposición de los
liberales moderados —que apoyaban al héroe de Granada—, se presentó a las
elecciones de 1869, ganando con la mayoría de votos del ala más conservadora. Después
de las elecciones, hubo choques entre partidarios en la ciudad capital, así
como un nuevo levantamiento de facciosos de la Montaña, al punto que procedió a
una persecución política de los principales opositores dentro de la Asamblea, dentro
de los cuales estaban Miguel García Granados. Después de algún tiempo en
prisión, partió hacia el exilio en México.
Ahí buscó el apoyo de un belicoso
joven guerrillero, Justo Rufino Barrios, quien acompañó a la facción del mariscal
Serapio Cruz, líder de la facción montañesa, durante sus incursiones en
Occidente allá por 1870. Los procedimientos de escarmiento que los generales de
Cerna propiciaron a los capturados durante las refriegas ―más propios de la
anárquica de tiempos de Morazán que de tiempos más civilizados― le enajenaron
finalmente las pocas simpatías que le quedaban al gobernante. Después de la
acción de Palencia, perdió todo el apoyo entre sus allegados; al punto que
conforme avanzaba los facciosos de Occidente —ahora controlada por los
liberales más radicales— no pudo hacerles frente a los eventos del año 1871.
Referencias
Luján Muñoz, Jorge. Breve historia contemporánea
de Guatemala. 3ª. Edición. cd.de Guatª: Fondo de Cultura Económico, 1998.
Woodward Jr., Ralph Lee. Rafael Carrera y
la creación de la República de Guatemala, 1821-1871. 2ª. Ed. Traducido
por Jorge Skinner-Klee. Cd. de Guatemala, Guatemala: Biblioteca Básica de
Historia de Guatemala. Serviprensa Centroamericana, 2011.
[1] Las
únicas excepciones fueron el coronel Manuel Arzú Delgado y Nájera y el general
Agustín Guzmán López. Los demás militares que prestaron sus servicios eran veteranos
extranjeros de las guerras napoleónicas, como Joseph Pierson,
Nicolas Raoul, Isidore Saget,
Manuel de Jonama, entre otros.
[2]
En esta normativa de 1824 se establecían los jurados de sentencia donde los
ciudadanos participaban del proceso de justicia. En el antiguo sistema hispánico,
así como en la actual legislación, las sentencias son determinadas por un
tribunal compuesto por jueces designados por el Poder Judicial.
[3]
Varios eran los motivos, pero el principal tiene una relación comprobada entre
la disposición de cuerpos en descomposición y la proliferación de pestes y
demás enfermedades endémicas.
[4]
Cuya alternativa ante diferencias irreconciliables devenía en el divorcio o
disolución del contrato matrimonial.
[5] Con la diferencia que en esta ocasión se aplicó a
todos los ciudadanos, es decir, hombres a partir de los 18 años, en pleno
ejercicio de sus derechos civiles y con renta presumible.
[6] La
epidemia de cólera hizo estragos en todo el mundo a lo largo del siglo XIX. En
el presente capitulo toca el escenario centroamericano de la tercera epidemia,
traída por las rutas comerciales entre los mares Mediterráneo y Caribe.
[7]
Reservándose a su vez, la comandancia de armas en el nuevo distrito de Mita.
[8]
Con excepción del habeas corpus.
[9]
Desde antiguo, estas fiestas tenían como
raíz un profundo carácter religioso, aunque las actividades mundanas
como el comercio de ganado y demás actividades económicas iban de la mano con
ellas.
[10] Tal y como la historiografía oficial ha venido pregonando a partir de
1871.
[11] Por aquel entonces, el Estado de Guatemala se dividía en ocho
distritos departamentales: Guatemala, Chiquimula, Sacatepéquez, Verapaz,
Sololá, Quezaltenango, Totonicapán y Petén.
[12] Dicha población se encuentra en el departamento de Jutiapa.
[13] Por aquellos días este distrito abarcaba los actuales departamentos de
Guatemala, gran parte de Escuintla, Santa Rosa y Jutiapa.
[14] El consejo de Estado, o de Ministros estaba compuesto de
representantes del Cabildo eclesiástico, Corte Suprema,
Protomedicato, Consulado de Comercio, Sociedad Económica y el Ejercito. La
Cámara de Diputados tenia dos clases de representantes: Los de elección
ciudadana de acuerdo al sistema de sufragio censitario y los elegidos por las
corporaciones antes nombradas.
[15] Entre algunas medidas drásticas tomadas se
enumera la reubicación de poblaciones enteras, algunas de las cuales fueron
incluso asentadas en los alrededores de la capital.
[16] Que era
uno de los principales puntos de ingreso del comercio exterior. En la
actualidad la población lleva el nombre del antiguo presidio de San Felipe de
Lara.
[17] Este era
el apodo con el que se le conocieron a los partidarios del líder faccioso
Dolores Nufio.
[18] Estas eran el consulado de comercio, el
cabildo eclesiástico, el claustro de la pontificia universidad de San Carlos,
la sociedad económica, el ayuntamiento y la suprema corte de justicia.
[19] Como fuera
el caso de las repúblicas italianas medievales de Venecia, Génova, Florencia y
Sforza, por nombrar algunos ejemplos.
[20] Adjetivo
con el que se identificaban los partidarios del conservadurismo en Nicaragua.